Con la ferocidad de las primeras veces y la meticulosidad que le da la veteranía, Carlos Sainz (Madrid, 1962) ve agrandado su palmarés con otro Dakar, el cuarto que logra, y marca un nuevo hito en su ya dilatada carrera en la que resaltan sus dos campeonatos del mundo de Rally, los cuatro Dakar y su tan mimado premio Príncipe de Asturias.
Este insaciable competidor que antes de llegar al automovilismo probó con el fútbol, el balonmano, el esquí, el motocros y el squash, disciplina de la que fue campeón de España en 1979, sigue acumulando nuevos récords que añadir a su colección, como el de ser, de nuevo, el más veterano en ganar el Dakar o el de convertirse en el primero en la historia en lograrlo con cuatro equipos distintos.
Más allá de legar a su hijo parte de su calidad como piloto, Sainz padre ya está con letras de oro entre las grandes figuras del deporte español, junto a Pau Gasol, Rafa Nadal, Miguel Induráin o Fernando Alonso.
Este padre de familia que ganó dos veces el campeonato mundial de Rally en 1990 y 1992 se reinventó cambiando de categoría y pasando al ‘rally raid’, descubriendo el Dakar en 2006. Apenas cuatro años después ya estaba ganándolo con Volkswagen y, desde entonces, ha vuelto a repetir triunfo en 2018, con un Peugeot; en 2020, con un Mini y ahora con un Audi, que, para más inri, es un coche híbrido.
Previamente, el madrileño había ganado el Mundial de rallys en dos ocasiones, en 1990 y 1992, en ambas como piloto oficial de Toyota, y fue subcampeón otras cuatro veces, dejando un saldo de 26 victorias y un total de 97 podios.
Lejos quedan sus amargas derrotas en 1995 y 1998, cuando perdió el campeonato mundial de rallys en la última etapa de ambos cursos, pues Sainz se ha ganado no ser recordado por su «trata de arrancarlo, Carlos, por Dios», de su entonces copiloto Carlos Moya, y sí por su calidad dentro de la pista y su infinita sala de trofeos.
Quienes trabajan a su lado destacan que más allá de su capacidad de trabajo, el madrileño es capaz de “explicar como nadie cualquier tipo de ruido”, además de hallar de manera rápida cuáles son las ventajas a exprimir y las desventajas que arreglar de un vehículo.
Inciden asimismo en que, a pesar de tener 61 años, parece como un buen vino, pues sigue moviendo una cantidad de vatios casi impensable para su edad: “En vez de llegar cansado al final de las carreras, es al revés, las termina de mejor forma y es donde más diferencias marca”, inciden quienes le conocen.