Bárbara Tapia Cortés/Latinoamérica21
Ante la inminencia de un desastre natural como puede ser un huracán, una inundación o un tsunami, una alerta con solo 24 horas de antelación puede reducir los daños en un 30%. De hecho, en comparación con los países con sistemas de alertas tempranas, los países con baja cobertura presentan una mortalidad ocho veces mayor porque las personas y autoridades no pueden tomar decisiones informadas con antelación. La experiencia ha demostrado que los sistemas de alerta temprana son una solución fiable -además de rentable- a la hora de proteger la vida de las personas y los medios de vida frente a desastres naturales.
¿Qué es un Sistema de Alerta Temprana y por qué es importante?
De acuerdo a la Organización de Naciones Unidas (ONU), un sistema de alerta temprana (SAT) combina la vigilancia, el pronóstico y la predicción de amenazas con la evaluación de riesgos de desastres, la comunicación y actividades preparatorias. Un SAT permite a individuos, comunidades, gobiernos y empresas tomar acciones preventivas para reducir el riesgo de catástrofes antes de que ocurran eventos peligrosos.
El planeta se está calentando a un ritmo mayor que en cualquier otro momento de la historia, lo cual está causando desastres cada vez más graves y con mayor frecuencia, por lo que estos sistemas están adquiriendo cada vez mayor relevancia. En este marco, en marzo de 2022 el Secretario General de la ONU, António Guterres impulsó la iniciativa global Alertas Tempranas para Todos (EW4All, por su sigla en inglés), que tiene como objetivo que todo el mundo esté protegido por sistemas de alerta temprana antes de finales de 2027.
Y es que la implementación de Sistemas de Alerta Temprana Multi-Amenazas (MHEWS, por su sigla en inglés) pueden salvar vidas al tiempo que evitan y minimizan pérdidas y daños. Estos sistemas proporcionan un retorno de la inversión diez veces mayor y, de acuerdo a informes de agencias de la ONU, en los países con una baja cobertura de este tipo de SAT hay cinco veces más personas afectadas por desastres, en comparación con los países con una alta cobertura.
Para ponerle cifras al asunto, según estimaciones de la Comisión Global de Adaptación de la ONU, una inversión de 800 millones de dólares en la instalación de sistemas de alerta temprana en países en desarrollo podría evitar pérdidas anuales de entre 3.000 y 16.000 millones de dólares. Ya que tres de cada cuatro habitantes del planeta cuentan con un teléfono móvil, y la mayoría tiene acceso a redes de banda ancha, la comunicación de alertas está garantizada.
Los sistemas de alerta temprana están integrados por diferentes componentes encadenados entre sí, donde una vez emitida la alarma hay un organismo público encargado de dar las indicaciones de evacuación y de proporcionar facilidades como comida y abrigo a los afectados. Por lo tanto, tras el aviso que reciben las personas, las siguientes etapas se van activando dependiendo del nivel de la catástrofe y afectación de la persona. Estos sistemas cuentan, además, con un sistema de gobernanza dedicado a la reconstrucción de infraestructuras para las etapas posteriores al desastre.
La elaboración y la aplicación de estrategias locales de reducción de riesgos de desastres han aumentado desde la aprobación por los países miembros de la ONU del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, que estableció en 2015 siete metas globales para reducir los riesgos de desastres y las pérdidas ocasionadas por los desastres. Sin embargo, al día de hoy sólo la mitad del mundo (52%) está cubierta por un sistema de alerta temprana, según el Estado global de los sistemas de alerta temprana de amenazas múltiples de 2023, presentado durante la COP28 en Dubái. A pesar de que solo 101 países cuentan con sistemas avanzados de alerta, el número se ha duplicado desde 2015, cuando solo el 46% de los países menos desarrollados y 39% de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo contaban con estos sistemas de alerta.
¿Qué hace eficaz a un Sistema de Alerta Temprana?
Un sistema de alerta eficaz debe detectar diferentes amenazas que puedan ocurrir de forma independiente, simultánea o en cascada. Además, debe cubrir desde la detección del peligro hasta la acción temprana, lo que incluye proporcionar mensajes de advertencia comprensibles y procesables. Y finalmente, debe estar centrado en las personas para que estas puedan actuar a tiempo y de forma adecuada a fin de reducir los posibles daños.
Por ello, es esencial que los servicios de alerta dispongan de más y mejores datos de los servicios meteorológicos, climáticos e hidrológicos. Para el caso de la salud, es necesario disponer de información y servicios climáticos adaptados frente al aumento de fenómenos meteorológicos extremos, la mala calidad del aire, las variaciones en los patrones de las enfermedades infecciosas y la inseguridad alimentaria e hídrica. De hecho, casi tres cuartas partes de los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales (SMHN) facilitan datos climáticos al sector salud, pero su uso es limitado. Menos de una cuarta parte de los Ministerios de Salud a nivel global disponen de un sistema de vigilancia de salud que utilice información meteorológica para monitorear los riesgos para la salud sensibles al clima.
De todas maneras, un estudio reciente ha demostrado que la simple mejora de la precisión de los pronósticos meteorológicos no se traducirá en mejores resultados para las personas vulnerables. De hecho, la mayoría de las catástrofes hidrometeorológicas más mortíferas y costosas de este siglo se habían previsto con antelación, sin embargo, se determinó que las mayores lagunas, y donde había oportunidades de mejora, radicaban en la comunicación y la capacidad de respuesta. Por lo tanto, es esencial que el diseño y la implementación de cualquier MHEWS adopte un enfoque integrado y centrado en las personas.
En este marco, durante la fase de implementación de la iniciativa global de Alertas Tempranas Para Todos impulsada por la ONU, la atención se ha centrado en 30 países más vulnerables a nivel global y en actividades complementarias a desarrollarse en otras naciones. Para el caso de América Latina y el Caribe, han sido seleccionados seis de los países más expuestos a riesgos: Antigua y Barbuda, Barbados, Ecuador, Guatemala, Guyana y Haití.
El año pasado, los eventos meteorológicos y climáticos extremos tuvieron considerables repercusiones en todos los continentes, con importantes inundaciones y crecidas de ríos, ciclones tropicales y episodios de calor extremo y sequía, con los consiguientes incendios forestales. La temporada de incendios forestales en Canadá superó con creces todas las anteriores y provocó graves episodios de contaminación por humo, sobre todo en zonas densamente pobladas, y el fuego más letal del año tuvo lugar en Hawái, donde se notificaron al menos 99 víctimas mortales.
El 2023 ha sido el año más cálido jamás registrado y es probable que el efecto de calentamiento del actual episodio de El Niño intensifique aún más el calor en el 2024. Esto causará aún más fenómenos meteorológicos extremos que destruirán más vidas y medios de subsistencia. Por ello, debemos velar y trabajar para que todos los países cuenten con Sistemas de Alerta Temprana Multi-Amenazas que permitan tomar decisiones informadas y a tiempo, de manera de mitigar los efectos adversos. Y es que los SAT no son un lujo, sino una herramienta rentable que salva vidas y reduce pérdidas económicas.