El Centro Español de Astrobiología (INTA-CSIC) ha capacitado a investigadores en las últimas indagaciones que se basan en observaciones realizadas con el telescopio James Webb. Estas investigaciones abren la posibilidad de que Trappist-1 b, uno de los siete planetas rocosos que orbitan alrededor de la estrella Trappist-1, pueda tener una atmósfera.
El sistema planetario Trappist-1 se encuentra a 40 años luz de distancia y es único en su tipo. Permite a los astrónomos estudiar siete planetas que son similares a la Tierra desde una distancia relativamente corta. De estos planetas, tres se encuentran en la llamada “zona habitable”, donde existe la posibilidad de que alguno de ellos tenga agua líquida en su superficie.
Hasta la fecha, se han llevado a cabo 10 programas de investigación que han apuntado a este sistema utilizando el telescopio espacial James Webb (JWST) durante un total de 290 horas.
Hallazgos sobre Trappist-1 b
Inicialmente, se pensaba que Trappist-1 b era un planeta rocoso, muy erosionado y sin atmósfera. Sin embargo, esta idea no concuerda con las mediciones actuales. Según Jeroen Bouwman, astrónomo del Instituto de Astronomía Max Planck, creen que el planeta está cubierto de material relativamente inalterado.
Los últimos resultados indican que la roca en la superficie de Trappist-1 b tiene, como máximo, unos 1.000 años de antigüedad, lo que es considerablemente menos que la edad del propio planeta, que se estima en varios miles de millones de años.
Implicaciones de los hallazgos
Esto sugiere que la corteza del planeta está sujeta a cambios drásticos, que podrían explicarse por un vulcanismo extremo o por la tectónica de placas. Los científicos han realizado cálculos utilizando modelos que muestran que la bruma puede invertir la estratificación de la temperatura en una atmósfera rica en dióxido de carbono (CO2).
Contrario a lo que se pensaba anteriormente, existen condiciones que podrían permitir que el planeta tenga una atmósfera densa y rica en CO2. Thomas Henning, director emérito del Instituto de Astronomía Max Planck y uno de los principales arquitectos del instrumento MIRI del telescopio James Webb, destacó que este telescopio se ha convertido rápidamente en la herramienta definitiva para caracterizar los exoplanetas con un nivel de detalle sorprendente.
Futuras observaciones y desafíos
Estas capacidades se complementarán pronto con nuevos satélites en órbita, como PLATO, en el que España también ha invertido recursos considerables. Los investigadores han señalado que Trappist-1 b es un claro ejemplo de lo difícil que resulta actualmente detectar y determinar las atmósferas de los planetas rocosos, incluso para el James Webb, ya que estas son muy delgadas en comparación con los planetas gaseosos y solo producen firmas medibles débiles.
Las dos observaciones realizadas para estudiar Trappist-1 b, que proporcionaron valores de brillo en dos longitudes de onda, duraron casi 48 horas. Sin embargo, este tiempo no fue suficiente para determinar con certeza si el planeta tiene atmósfera.
Confirmación sobre Trappist-1 b
El equipo de investigadores espera obtener una confirmación definitiva utilizando otra variante de observación. Esta técnica implica registrar la órbita completa del planeta alrededor de la estrella, incluyendo todas las fases de iluminación, desde el lado oscuro nocturno hasta el lado brillante diurno, justo antes y después de ser cubierto por la estrella.
Este enfoque permitirá analizar cómo se distribuye el calor en el planeta. A partir de esta información, se podrá deducir la presencia de una atmósfera. Esto se debe a que una atmósfera ayuda a transportar el calor del lado diurno al lado nocturno. Si la temperatura cambia drásticamente en la transición entre ambos lados, esto indicaría la ausencia de atmósfera.
Fuente: EFE.