Ernesto Hernández Norzagaray/Latinoamérica21
Las elecciones concurrentes a las que están llamados casi cien millones de mexicanos el próximo 2 de junio no son un llamado más para renovar el poder ejecutivo y el Congreso de la Unión, sino una convocatoria sustantiva para dirimir en las urnas el dilema entre democracia y autocracia.
En efecto, estas elecciones serán diferentes porque hay dos proyectos incompatibles de país. Uno de ellos se ha venido construyendo por la vía de pactos legislativos y ha hecho posible la desaparición del sistema de partido hegemónico priista y el diseño de democracia representativa, que ha derivado en una nueva distribución del poder y alternancias de todos colores.
Con ello, se han creado organismos constitucionales autónomos como el Instituto Federal Electoral, hoy Instituto Nacional Electoral (INE), y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (INAI), entre otros, encargados, de acuerdo con la politóloga Silvia Inclán, “de funciones destinadas a desmonopolizar el poder, especializar, agilizar, independizar, vigilar y controlar funciones del Estado”.
En tanto, el otro proyecto es su antítesis política, con todo y lo erosionado que pudiera estar el sistema institucional democrático. Lo suyo es el debilitamiento o desaparición de los organismos autónomos. Y eso se corona con la amenaza que se cierne sobre la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Estas elecciones concurrentes federales y estatales son decisivas tanto para las instituciones de la democracia que defiende la coalición Fuerza y Corazón por México, integrada por los partidos PAN, PRI y PRD, que postula como candidata presidencial a la senadora con licencia Xóchilt Gálvez, como para el proyecto autocrático de la llamada Cuarta Transformación, impulsado por la coalición Juntos Hacemos Historia, de los partidos Morena, PT y PVEM, que postulan como candidata presidencial a Claudia Sheinbaum, ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Y hay un tercer candidato presidencial, Jorge Álvarez Máynez, diputado federal con licencia del partido Movimiento Ciudadano (MC), que para muchos observadores por su desempeño opera como comparsa del oficialismo.
El antecedente electoral de ambas coaliciones y el partido MC son las elecciones intermedias federales de 2021, en las que Morena y aliados obtuvieron 21.025.742 votos, con una pérdida de 9.087.741 votos respecto a los obtenidos en la elección presidencial de 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador se convierte en presidente electo apabullando a la hoy oposición. Por su parte, en 2021 toda la oposición junta, incluidos los votos de MC, alcanzó 22.314.441 votos. Es decir, hay una diferencia de 1.288.699 votos a favor de esta coalición opositora.
Estas cifras contrastan sorprendentemente con los resultados de la mayoría de las encuestas de intención de voto, que le dan una ventaja holgada a la candidata de la coalición Juntos Hacemos Historia.
La pregunta es: ¿qué pudo haber ocurrido entre 2021 y 2024 para que los ciudadanos se vuelquen a apoyar ahora a la coalición oficialista y a su candidata presidencialista?
A la vista, si bien los niveles de aprobación del presidente López Obrador rondan el 60 por ciento, gracias en mucho a los programas sociales asistencialistas, la evaluación de las principales políticas públicas (educación, seguridad, salud, empleo) lo reprueba, lo que hace inconsistentes los resultados de las encuestas, excepto una de ellas, la de la empresa Massive Caller, que hace sondeos diarios y da como resultado un empate técnico entre las dos candidatas presidenciales.
En esa casa demoscópica ambas rondan un 40 por ciento en la intención de voto, mientras que al candidato presidencial de MC le otorgan un distante 7 por ciento de preferencia.
Al cerrar este texto, Luis Donaldo Colosio Riojas —hijo del excandidato presidencial priista homónimo asesinado en 1994 y alcalde con licencia de Monterrey—, una de las figuras más icónicas y visibles de MC y candidato por Nuevo León al Senado de la República, llama al candidato Jorge Álvarez y a Xóchilt Gálvez para que quien vaya en tercer lugar de intención de voto se sume al segundo para “derrotar a Morena”, lo que introduce un elemento inesperado en el cierre de las campañas presidenciales.
Si esto no ocurriera en los próximos días, es probable que una franja del electorado emecista que no ve con posibilidades de éxito a Álvarez Máynez salga a sufragar “útil”, es decir, en la lógica de: “Si a mi candidato preferente no le alcanza para ganar, mi voto lo otorgo a quien está más cerca de mi idea de país”.
Esto ya se ha expresado precautoriamente en el estado de Jalisco, gobernado por MC, donde aparecen vistosos espectaculares llamando a votar la fórmula Xóchilt Gálvez para presidenta y Pablo Lemus para gobernador.
En definitiva, estamos en la recta final de todas las campañas con una sociedad sacudida por la violencia criminal y la narcopolítica, con el asesinato de decenas de candidatos a cargos federales y locales, que agregan el ingrediente del miedo en regiones enteras del país. Las malas noticias pueden contribuir al abstencionismo, pero también transformarse en incentivos para salir a participar en estos comicios decisivos para el futuro del país, que no merece, ante la gravedad de la circunstancia nacional, un renovado sistema autocrático a la vieja usanza priista.