En política, la frontera entre el debate de ideas y la destrucción personal ha sido cruzada tantas veces que ya parece norma. Una de las armas más recurrentes, y a la vez más mezquinas, ha sido la explotación de la orientación sexual como herramienta de desprestigio. Lo que en teoría pertenece al ámbito íntimo, en la práctica ha sido convertido, una y otra vez, en munición electoral. Y aunque esto pueda sonar a un problema contemporáneo amplificado por redes sociales, la historia demuestra que es un recurso tan viejo como la propia lucha por el poder.
1934: Ernst Röhm y la “Noche de los cuchillos largos”
Alemania, junio de 1934. Ernst Röhm, comandante de la Sturmabteilung (SA), era una figura clave en el ascenso del nazismo y uno de los pocos jerarcas abiertamente homosexuales. Su cercanía con Hitler y su influencia en la milicia paramilitar lo convirtieron en un hombre poderoso, pero también incómodo.
De acuerdo con el United States Holocaust Memorial Museum (2021), el temor de Hitler a que Röhm se convirtiera en un rival llevó a su arresto y ejecución entre el 30 de junio y el 2 de julio, en lo que se conoce como la “Noche de los cuchillos largos”. La verdadera causa fue política: eliminar a un potencial enemigo y consolidar la lealtad del ejército regular.
Sin embargo, la justificación pública fue otra. Según Facing History & Ourselves (2016), la propaganda nazi explotó la homosexualidad de Röhm para retratar a la cúpula de la SA como “degenerada” y “corrupta”. No bastaba con matarlo; había que destruir también su reputación para que su eliminación pareciera no solo necesaria, sino moralmente correcta.
Incluso investigaciones recientes, como la de Robert Brockmann (2022), muestran que la homosexualidad de Röhm era un tema ya comentado en su paso por Bolivia, antes de 1934. Esto refuerza la idea de que se trataba de un aspecto de su vida instrumentalizado por sus enemigos para convertirlo en un símbolo de lo que debía ser “depurado” del régimen.
DEL PANFLETO AL TRENDING TOPIC
La instrumentalización de la sexualidad para fines políticos no se quedó en la Alemania nazi. Simplemente ha mutado. Si en los años treinta bastaba con un comunicado oficial y titulares de prensa, hoy el proceso es más inmediato, masivo y difícil de rastrear. Como señala The .us (2020), la persecución contra homosexuales en el nazismo se sustentaba en un clima de odio que encontraba legitimidad en la propaganda. En la actualidad, ese mismo mecanismo se traduce en audios, videos manipulados o mensajes virales que recorren miles de pantallas en cuestión de minutos.
Las redes no verifican: solo multiplican.
BOLIVIA 2025: LA GUERRA SUCIA EN CAMPAÑA
En la campaña electoral boliviana de 2025, la estrategia volvió a aparecer con un guion demasiado familiar. Samuel Doria Medina, uno de los principales competidores durante la primera vuelta, se convirtió en blanco de audios y publicaciones virales que, además de intentar vincularlo con temas polémicos como la “ideología de género”, incluyeron la acusación de que uno de sus hijos es homosexual.
Según Infobae (2025), la difusión de estos audios marcó un punto de quiebre en la campaña, generando ruido mediático en lugar de debate programático. No existe evidencia verificable sobre la vida privada de su familia; lo que sí es evidente es la intención: erosionar su imagen apelando a prejuicios todavía presentes en parte del electorado.
Como documentó El País América (2025), esta campaña ha estado marcada por la desinformación digital, con audios falsos, videos manipulados y estrategias de ataque en redes sociales. La vida privada, una vez más, fue convertida en trinchera política.
POSTELECCIONES: DEL ESTIGMA AL INSULTO EXPLÍCITO
Tras la jornada electoral del 17 de agosto, el problema no terminó. En un mitin en El Alto el lunes 18 de agosto, Edmand Lara —candidato a la Vicepresidencia por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y excapitán de policía— arremetió contra Jorge Tuto Quiroga: “No sea cobarde, no sea maricón, haga campaña y gane en la cancha”. Sus palabras, difundidas ampliamente en video, desataron críticas por su carácter homófobo y por profundizar la degradación del debate público. Posteriormente, Lara ofreció disculpas públicas y calificó sus dichos de “exceso”, aunque insistió en denunciar una supuesta “guerra sucia” en su contra.
Las reacciones no se hicieron esperar: analistas consultados por Unitel señalaron el tono confrontacional y la falta de disposición al diálogo; Tuto lamentó las expresiones; y el propio Jaime Paz Zamora, padre del candidato presidencial de Lara, pidió al postulante reflexionar sobre el rol que el país exige a sus autoridades. Más allá de la coyuntura, el episodio confirma la transición del uso del estigma (lo íntimo) al uso directo del insulto (lo público) como táctica política.

PATRONES QUE SE REPITEN
Comparar la purga de Röhm con un episodio contemporáneo no implica equiparar contextos históricos —nadie está sugiriendo que Bolivia de 2025 sea la Alemania nazi—, pero sí reconocer un patrón persistente:
Primero, el uso político del estigma: antes, para legitimar una ejecución; hoy, para debilitar a un adversario electoral.
También la apelación a prejuicios sociales: ayer, la “degeneración moral”; hoy, el fantasma de la “ideología de género”.
Y finalmente, la destrucción simbólica: en ambos casos, la intención es matar la credibilidad antes que discutir ideas.
REFLEXIÓN FINAL
Lo preocupante no es solo que la orientación sexual siga siendo utilizada como insulto o acusación política en pleno siglo XXI. Lo grave es que esta táctica sigue funcionando porque hay un público dispuesto a comprar la mentira o, peor aún, a disfrutar del escarnio.
Ayer fueron panfletos y discursos en la radio; hoy son audios filtrados y trending topics. La infamia evoluciona con la tecnología, pero el mecanismo es el mismo: usar lo íntimo como arma cuando se carece de ideas. Y mientras sigamos aceptando estas prácticas como parte del “juego político”, el precio lo pagará siempre la calidad del debate democrático.