Por: Franz Tamayo Daza
La historia política boliviana nos recuerda una vez más que el electorado tiene la capacidad de romper pronósticos. Rodrigo Paz, inesperadamente para algunos, ha alcanzado el primer lugar en la carrera hacia la presidencia. Sin embargo, si se mira con atención, este resultado no era tan imprevisible: era el eco natural de un desencanto ciudadano acumulado.
El desencanto ciudadano
La pugna entre Tuto y Samuel, lejos de inspirar confianza, se convirtió en un espectáculo de intereses personales. En lugar de propuestas de nación, la ciudadanía observó un carnavalito por el botín del Estado. Esa percepción de vacío fue decisiva: las masas, sobre todo en las regiones altiplánicas, giraron su voto hacia una opción distinta, castigando la soberbia y premiando lo que parecía un aire renovador.
La restitución institucional
Pero la sorpresa en las urnas es apenas un comienzo. Bolivia no necesita solo un cambio de nombres, sino la reconstrucción de sus bases institucionales. La libertad debe traducirse en un Estado confiable, con un Poder Judicial independiente y estructuras libres de mafias políticas. Sin esta restitución institucional, cualquier liderazgo quedará atrapado en la desconfianza.
La gobernabilidad como reto
Sea quien sea que ocupe la silla presidencial, gobernar en soledad será imposible. El país requiere de alianzas parlamentarias sólidas que permitan construir consensos y garantizar estabilidad. La política ya no puede basarse en imposiciones, sino en pactos democraticos de Estado que miren más allá de intereses particulares. La gobernabilidad será el terreno donde se mida la madurez de los nuevos liderazgos.
La economía y la seguridad jurídica
No habrá estabilidad política sin estabilidad económica. Y no habrá economía sostenible sin seguridad jurídica. Bolivia necesita recuperar la confianza de sus propios ciudadanos y de los inversores. Para ello será indispensable desmantelar redes de corrupción, romper con los testaferros del masismo y devolver a la justicia su independencia. Solo así se podrá construir un clima de confianza capaz de sostener el desarrollo.
El mensaje de las urnas
El electorado ha hablado con claridad: su paciencia tiene límites. Cada “sopresita” no es un accidente, sino una advertencia. El pueblo castiga el abuso y busca salidas cuando las élites políticas se encierran en disputas mezquinas. La elección de Rodrigo Paz es, más que un giro inesperado, una exigencia de cambio real.
Encrucijada histórica
Bolivia está en una encrucijada. El voto ciudadano no debe interpretarse como un cheque en blanco, sino como un llamado a la responsabilidad. La sorpresa puede transformarse en esperanza duradera solo si se convierte en proyecto, si se traduce en dignidad institucional y en una justicia confiable. Si no se aprovecha esta oportunidad, nuevas sopresitas volverán a sacudir el escenario y a desplazar a los caudillos de siempre,. El desafío mayor transformar en un proyecto mayor y la esperanza en realidad