El 8 de agosto, diecisiete cubanos llegaron a Bolivia con visas de turismo. Apenas pisaron el aeropuerto de Viru Viru en Santa Cruz de la Sierra, fueron acusados de portar documentos falsos, despojados de sus pertenencias y encerrados en un cuarto del aeropuerto.
Entre ellos estaba Orlidia Barceló, periodista independiente del Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y Prensa (ICLEP), quien, al intentar explicar su condición de perseguida política, recibió del cónsul cubano una respuesta fría: “Yo te conozco, tengo tu expediente y yo no hablo con un exiliado”.
La presión aumentaba, pero también la solidaridad. El ICLEP y la Red Voces del Sur buscaron apoyo legal.
El Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) pidió públicamente que se le concediera asilo a Barceló. Y, antes de que todo se pusiera en marcha, un gesto de humanidad abrió el camino: el boliviano Hernán Guerra, casado con una cubana, contrató al abogado José Cardona para defenderlos.
Cardona presentó una Acción de Libertad en favor de 12 de los 17, pues cinco no quisieron solicitar asilo. Mientras tanto, el grupo resistía días de encierro, hacinados, sin saber si el próximo vuelo sería de regreso al país del que huían.
El 13 de agosto, en una audiencia virtual, la juez concedió la Acción de Libertad, autorizando la entrada de los 12 a Bolivia. Al escuchar la noticia el alivio se mezcló con lágrimas, abrazos y la certeza de que, al menos por ahora, habían vencido a la injusticia.
Hoy, esos 12 cubanos preparan sus solicitudes de asilo, agradeciendo a quienes les tendieron la mano. Su historia, marcada por el miedo y la incertidumbre, encontró un final feliz gracias a la solidaridad, el coraje y la convicción de que la libertad siempre merece ser defendida.