En la historia del básquetbol boliviano hay nombres que brillan con luz propia, y uno de ellos es el de Betty Saavedra Zaconeta, nacida el 6 de agosto de 1955 en Oruro, en plena fecha patria. Apodada “El ciclón boliviano” por su ímpetu en la cancha, Betty se convirtió en símbolo de entrega, garra y talento en la década de los setenta.
Orígenes y pasión heredada
Hermana del reconocido profesor Óscar Saavedra, figura del Club Saracho y de la Selección Nacional, Betty creció rodeada de espíritu competitivo. Desde joven mostró una formidable capacidad encestadora, portando con orgullo la casaca número 5 del combinado nacional.

Primer título internacional
En 1973, integró el equipo femenino que se coronó campeón del Juvenil Bolivariano en Táchira, Venezuela, junto a figuras como Martha Gandarillas, Ana María Gandarillas, Carmen Rosa Pardo y Virginia Gandarillas. Fue el primer título internacional para el básquet femenino boliviano.
Hazaña en el sudamericano de 1974
Uno de sus momentos más brillantes llegó el 25 de octubre de 1974, cuando Bolivia venció a Perú por 66-62 en el XV Sudamericano jugado en La Paz. Aunque el equipo quedó tercero por diferencia directa, igualó en puntaje con Argentina y dejó una huella imborrable. Brasil fue campeón y clasificó junto a Argentina a los Juegos Olímpicos de Montreal 1976.
Gloria bolivariana en 1977
El punto más alto de su carrera llegó en los VIII Juegos Deportivos Bolivarianos de 1977, en La Paz, donde Bolivia logró la medalla de oro tras una electrizante final frente a Perú. Aquel equipo se convirtió en leyenda y marcó un hito histórico para el deporte femenino nacional.

Mundial y panamericanos
En 1979, Betty disputó el Mundial de Corea del Sur, enfrentando a potencias como Canadá, Países Bajos y Corea del Sur. Bolivia logró victorias ante Malasia y Senegal, finalizando en el puesto 10 entre 12 naciones. Ese mismo año, también compitió en los Juegos Panamericanos de San Juan, Puerto Rico, enfrentando a gigantes como Estados Unidos y Brasil2.
Legado eterno
Hoy, Betty Saavedra vive en Oruro, lejos de los reflectores, pero su legado permanece intacto. Fue, es y será una leyenda deportiva que engrandeció el nombre de Bolivia en las canchas del mundo.