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Arte y cultura Bicentenario Oruro

Voces poéticas de Oruro: jóvenes poetas del Bicentenario

Jóvenes poetas compartieron sus obras en la Noche de Arawikus / Sergio Gareca
Celebración de la Noche de Arawikus en Oruro revive la tradición poética con jóvenes voces y publicaciones que renuevan la memoria literaria del Ande.

En la víspera del solsticio de invierno de este año; pude visitar Oruro, para la celebración de la Noche de Arawikus. Este evento es una rememoración de los encuentros de poesía que se realizaban a la cabeza de Alberto Guerra Gutiérrez en los ochentas y noventas, bajo el rótulo de 15 poetas de Bolivia, aunque a veces eran más o menos.

Lo que sí no eran “más o menos”, eran buenos. Pongo algunos nombres acá como Gonzalo Vásquez Méndez, Antonio Terán Cavero, Alberto Guerra Gutiérrez, Benjamín Chávez, Roberto Echazú, Matilde Casazola Mendoza, Eliodoro Aillón, Alvaro Díez Astete, Iván Decker Molina, René Antezana J., Edwin Guzmán Ortiz, Igor Quiroga, Marlene Durán Z., Eduardo Nogales Guzmán, Jaime Nisttahuz, Fernando Rosso, Eduardo Kunstek Montaño, Jorge Alcoba Arias, Jorge Enrique Valdez y Nelson Céspedes Beltrán.

Hace algunos años, dentro del programa del festival del solsticio de invierno de la Casa de la Cultura Simón I. Patiño de la Universidad Técnica de Oruro; a instancia de la Unión Nacional de Poetas y Escritores filial Oruro, se realiza una lectura y q’owa en la Plazuela Del Poeta “Milena Estrada Sainz”.

Este año, hubo la sorpresa de la aparición de un nuevo grupo “Voces Poéticas”, que reúne a varios jóvenes de la ciudad de Oruro, que a instancia, insistencia y motivador auspicio de Javier Tarqui y Marco Arancibia, han hecho varias actividades y lecturas; por último, una publicación titulada “Oruro en la poesía-Poetas del Ande”.

Varios no pudieron entrar en la publicación, pero leyeron aquella noche. Como es una aparición súbita, algunos nombres y rostros se me van, sin embargo, rememoro algunas de los episodios más emotivos de la noche.

La parte musical fue enaltecida con mi siempre admirada Aylin Bernal, quien de seguro es ya una de las mejores voces de Bolivia y el dúo de los hermanos René y Noelia Acapa con música instrumental increíble, tocando Alfredo Domínguez y Ernesto Cavour con mucha precisión y fuerza.

La lista de jóvenes vates fue la siguiente: Jair Siles Veizaga, Tiffany Guardia, Michelle Alarcón, Nareth Jhaman, Laura de Oliveira, Tatiana Ramos, Elian Vasquez, Valentina Gonzales, Elizabeth Mamani, Laura Flores, Miguel Gamboa, Alek Medinaceli, Germán Soto, Xavier Nuñez, Mark Ramval, Tatiana Bustamante, Jorge Garnica, Rafael Percka, Abigail Flores, Rolan Kevin L.

Los poemas de la noche fueron los de Jorge Garnica y Tatiana Bustamante. En el primer caso, un poema largo y contrastante de amor de madre y ausencia, sin la enfermiza tonalidad del gimoteo; una tristeza sin agobio, un viaje de dolorosa resignación. En el segundo caso, episodios oníricos, pisotones sobre las imágenes.

En líneas generales, me fui dando cuenta, que la ciudad está hablando a través de ellos, quedan huellas aún del pasado mineral, los símbolos de nuestra tradición como el carnaval, pero también está un sentimiento retador en frecuente.

Dentro de la publicación conjunta “Oruro en la Poesía”, se me hacen familiares algunos nombres. Naret Jhaman, pintor de diablos, nos regala este fragmento:

Los mineros caminan como fantasmas,
con ojos quemados por polvo y promesas,
saben que en la roca duerme el abismo,
y que cada golpe invoca a las estrellas.

Las llamas que cruzan las noches de Oruro
no son fuego: son gritos, danzas sin cuerpo,
los diablos que bailan no pisan el suelo,
flotan en ciclos de tiempo y silencio.

Incluye también un poema de sentido, soltura y franqueza de Elian Vásquez, mal llamado Supay, estudiante de antropología y realizador audiovisual.

FRÍO

¿Dónde estás?
¿Dónde te encuentras?
Siento frío, mucho frío
se me congelan las venas
la sangre se enfría
pienso frio
y pienso en el frio como salida.

Tomar el frío, beberlo al dolor
quemarme el vientre vomitar el amor.
quedarme en el pasado.
no haberme olvidado.
Has enviado
del pasado ilustrado, del dolor naufragante
del dolor errante
de las espinas que se forjan.

Hay estalactitas de sangre, que rasgan mis venas.
Quieren sentir como se arrancan mis venas.
que se adormezcan mis brazos
que sienta escalofríos.
que te abrace en el tímido silencio de las muertes anunciadas.
¿Dónde estás?
Tengo frío…

Veo la sangre haciéndose charco
y del charco se escarcha mi sangre.
Siento frío, aunque el sol pegue como el infierno mismo.
Siento frío, aunque la soledad te estanque.
Aunque los minis no arranquen.
Aunque las ventanas sientan frio.

Ven a verme, porque hace frío, las cobijas están en casa.
Las frazadas de tigre se han quedado coladas.
Y querido salir buscando en el delirio tu mirada, y solo.

Estoy viendo el suelo, con evidente desgana.
Mi cuerpo se arrepiente, no puedo elevar la mirada, todo se vuelve rojo.
el frío es rojo, y se vuelve blanco por la escarcha.
No hay más, solo viento oigo, tus pasos corriendo, sabes que es tarde, al menos siento el calor.
de tus lágrimas al verme, arrepentida de que el mini llegue tarde.
porque irónicamente el motor siente frio.
Se ha enfriado.
así como la vida.
así como yo a tu lado.

*
Tres poetas han dado un paso más allá y han publicado por su cuenta sus primeros libros: Jair Siles, Michelle Alarcón y Valentina Gonzales-Aramayo.

Jair Siles Veizaga, tiene estudios en antropología, y es parte del colectivo Urus Delirium y desde hace algunos años pertenece a la Unión Nacional de Poetas y Escritores. Con su primer libro “Mixtura Visceral” ha experimentado su mirada de postales urbanas de Oruro. Aquí dejamos un fragmento de su poesía.

Postal Algo Visceral

Viendo la ciudad
desde el café de Arquitectura,
me percato de que la ventana
se asemeja a un hormiguero,
un hormiguero humano,
y me llama
con ese sentido de pertenencia.
Pareciera que sus pasos me estudian,
pareciera que sus bocinas me oyeran,
la manera en que se pasan los semáforos
y el cielo aparenta estar roto
por tantos cables que lo atraviesan.
Viendo la ciudad
desde el faro,
donde los jóvenes
se disuelven en abrazos
y los atardeceres
cambian tristezas por sonrisas
o sonrisas por tenues lágrimas,
algo se cocina entre los labios
y las manos.
Estando tan cerca del templo San Miguel,
se oyen las máquinas de bordado,
se oyen las travesuras de un duende
en el teatro al aire libre.
Viendo la ciudad
desde la Avenida Cívica,
donde los soñadores plagan las graderías,
los ayeres hacen círculos en sus pupilas,
hechizados por los cerros y las calaminas, brevemente
disipados solo por el teleférico y sus sombras,
mientras el sol dice adiós
ante el bosque de antenas del San Felipe.
Viendo la ciudad
desde la ventana de un Volkswagen
que bulle en la 6 de octubre,
casi un estudiante se hace pisar,
¡qué interminables los letreros de las ópticas!,
¡qué sofocantes son sus bares
en los que no podemos bailar!,
¡qué irrisorio se oye todo desde afuera!

Michelle Alarcón tiene un libro de título “Sabor a olvido”, con un paseo en cuenta regresiva de tequila, limón y sal. Con formación de Economía y Bellas Artes, se nota la instintiva búsqueda de una voz auténtica y se vislumbran entre el humor sardónico, experimentar algunos recursos que de seguro con el tiempo encontrarán su propio cauce. Aquí unos versos:

1178
(durante una auditoría)

En la auditoria de los sentimientos
hubo un sobrecargo de facturas,
un desfalco a la cordura
y un sobregiro al karma.

Hubo más impuestos pagados
que los correspondientes
y más pérdidas que ganancias.

(…)

¿Quién audita los años perdidos,
los intereses de la soledad acumulada
y quizá contabiliza promesas vacías?

Por su parte, Valentina Gonzales-Aramayo, ha sido finalista en un concurso de poesía, llamado por el municipio, en el marco del Festival Internacional de Poesía de Oruro, hace algunos años y es parte del colectivo Urus Delirium, con quienes también se desenvuelve en teatro. Hace un año ha sido participe en el encuentro de mujeres poetas organizado por Virginia Ayllón, con asistencia de la poeta Verónica Laura. A partir de ese momento la poesía es una estrella en la nebulosa bruma de la pampa orureña que no le estaba dejando navegar con soltura. En su presentación se nota que ya ha arrojado un calcetín hacia la performance y en su publicación un aliento editorial que, bajo las alas ya nombradas, vino a llamarse “Editorial Pirotecnia”. De ahí extractamos:

Procastinar

Hay abortos míos por las repisas,
sobre el escritorio,
encima la mesa;
algunos todavía se mueven en agonía,
se retuercen
se revuelcan en su inmundicia.
Los colores todavía palpitan
en sus lánguidos cuerpecitos,
alargan sus manitas buscando…
Suplicándome
que reconozca su existencia.

*
Sergio Gareca
Oruro, julio 2025


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