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Ciudad mercado. ¿Hasta cuándo?

Por: Samuel Vásquez Montecinos

Las vías públicas de nuestra ciudad tienen una característica especial, la proliferación de miles de vendedores en vías públicas con puestos fijos o temporales, sumados a ambulantes, que ofrecen productos nuevos o usados consistentes en vestimenta, artículos de hogar, artefactos, alimentos y otros.

Las causas estructurales se encuentran en el fracaso de modelos socioeconómicos que dieron por resultado la carencia de estructura productiva en este país, el desempleo y la pobreza. 4.4 millones de personas de más de 11 millones son pobres, de ellos 2.6 millones viven en ciudades y 1.8 millones en el campo, un tercio de habitantes rurales se hallan en la extrema pobreza. Crisis económicas como la actual, ajustes estructurales, liberalismo y populismo, incentivaron la ciudad mercado.

Vender cualquier cosa en las calles, la estrategia de sobrevivencia más difundida, requiere poco capital y coraje para enfrentar a las autoridades usualmente ineptas y corruptas, así como a otros vendedores bien organizados. En asentamientos humanos andinos los espacios públicos fueron lugares de intercambio tanto comercial como cultural desde tiempos prehispánicos, la división del trabajo y políticas de gobierno generaron esta y múltiples formas de economía informal que cubre a más del 80 % de la población boliviana. Este comercio callejero es creativo, flexible y potente, brindando opción de ascenso social lento pero efectivo. Los puestos de venta llegan a tener precios de venta muy expectables en lugares de mayor intercambio.

El puesto de venta es escenario “microespacial” de vida personal e incluso familiar. Predominan las mujeres en estas actividades que carecen de condiciones de salud, higiene, agua potable, mingitorios públicos y eliminación de residuos. En la construcción territorial y del imaginario urbano, los puestos obstaculizan el desplazamiento de personas y vehículos, invaden el espacio público y afectan la imagen urbana por su improvisación. Muchos compradores encuentran ventajas al tener a su alcance productos a bajo costo, incentivando su crecimiento.

Los gobiernos municipales, cuando no lo estimularon, aplicaron medidas de censo, reordenamiento, relocalización, horario fraccionado, desalojo, con el mismo resultado: el fracaso. En ocasiones a los vendedores se les ofreció grandes mercados que fueros aceptados y que ciertamente serían paliativos, sin embargo, nunca se hicieron realidad. Existen lugares en los que sería posible su construcción. Otro factor a considerar es la poderosa organización de los comerciantes que cuentan con aguerridos dirigentes, muchos nada ajenos al clientelismo y prebendalismo político, organizadores de movilizaciones con decenas de miles de participantes, que lograron rendir a los alcaldes de turno. Varios dirigentes lograron puestos de trabajo en el municipio, concejalías y alguno fue diputado.

Gobierno local productivo y formador de emprendedores, centros de educación media y superior que atiendan necesidades del mercado real y pertinente, diseño urbano policéntrico y sostenible, educación ciudadana integral, pueden ser algunas opciones de superación cualitativa. Con las autoridades nacionales y municipales actuales no podemos hacernos ilusiones de que se encare y encuentre algunas soluciones a este agudo problema de la ciudad. La planificación y concertación con los actores y las instituciones involucradas sería imprescindible.

Samuel Vásquez Montecinos es Arquitecto.


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