El científico francés Michel André, un experto en técnicas bioacústicas, ha instalado 22 sensores de sonido en la Reserva de Desarrollo Sostenible de Mamirauá, ubicada en la cuenca amazónica. Esta iniciativa se lleva a cabo en colaboración con las comunidades locales y tiene como objetivo principal ayudar en la monitorización y protección de la biodiversidad de la región.
André es uno de los líderes del Proyecto Providencia, que busca crear un «mapa sonoro» de la biodiversidad amazónica. Este mapa permitirá recoger datos que mejorarán el conocimiento sobre la fauna de la zona y promoverá un modelo de conservación que integre a las comunidades locales en la gestión sostenible de los recursos. Esta información fue proporcionada a través de un comunicado de la iniciativa Perpetual Planet de Rolex, que apoya a exploradores, científicos y conservacionistas.
Más de 25 años de experiencia
El investigador francés tiene más de 25 años de experiencia trabajando en ecosistemas vulnerables. Utiliza tecnologías innovadoras de sonido para detectar y proteger la vida silvestre, lo que ha «revolucionado la monitorización y conservación de la biodiversidad». Su trabajo en este campo ha sido fundamental para el avance de la conservación ambiental.
Historia de la Reserva de Mamirauá
La Reserva de Mamirauá fue establecida gracias a la labor del primatólogo brasileño José Márcio Ayres. Él se dedicó al estudio y protección del mono uakari calvo, un primate endémico cuya población estaba en declive en ese momento, con el apoyo de las comunidades nativas. El reconocimiento a su trabajo le permitió expandir el proyecto a la vecina Reserva de Amanã, creando así una de las mayores extensiones continuas de selva tropical protegida en el mundo.
Después del fallecimiento de Ayres en 2003, su discípulo Emiliano Esterci Ramalho asumió la dirección del Instituto Mamirauá. Ramalho continúa con el modelo de ecosistema sostenible y colabora estrechamente con el trabajo de André en la región.
Funcionamiento de los sensores
Los sensores instalados en las copas de los árboles registran sonidos en diferentes longitudes de onda y pueden captar sonidos a varios kilómetros de distancia. Además, estos dispositivos son capaces de capturar secuencias de vídeo, lo que enriquece aún más la información recopilada.
Una vez al año, el equipo científico retira los sensores para llevarlos al laboratorio. Allí, se realiza su mantenimiento y se analizan los datos recogidos. Con esta información, se confecciona el «mapa sonoro», que podría ser la mayor base de datos bioacústica del mundo.
Objetivos futuros
André y Ramalho, consolidándose como referentes en la conservación ambiental, tienen como objetivo aplicar el modelo de Mamirauá y el Proyecto Providencia al resto de la cuenca amazónica. Esta expansión podría tener un impacto significativo en la protección de la biodiversidad en una de las regiones más ricas en vida silvestre del planeta.