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Ecuador y China: De la diplomacia exploratoria al TLC

Por: Valeria Puga Álvarez / Latinoamérica21

Hasta hace un poco más de dos décadas, el intercambio comercial entre Ecuador y China distaba de los volúmenes actuales. Según el Banco Central del Ecuador, en 2002 las exportaciones al país asiático apenas bordeaban los 24 millones de dólares y las importaciones se elevaban por los 290 millones. Hoy esas cifras, contrastan con el rol protagónico que juega China en la economía ecuatoriana como principal socio comercial no petrolero y como primera fuente de financiamiento externo bilateral.
Para la estrategia china, Ecuador no era un actor prioritario al lado de economías como las de Brasil, Argentina y México. Por ello, resulta peculiar que de los Tratados de Libre Comercio (TLC) que China ha firmado hasta el momento con países de la región, ninguno sea con los estados objetivo, sino con economías medias y menores, como las de Perú, Chile, Ecuador, Costa Rica y Nicaragua.

Para China, los TLCs son instrumentos complementarios al sistema multilateral de comercio, afines a sus propósitos de “apertura al exterior y aceleramiento de las reformas internas”. Así, China ha encontrado en el comercio, y no en la seguridad o en la política, su terreno fértil para ampliar sus relaciones con países de histórica influencia estadounidense como Ecuador.

Consenso ecuatoriano y pluralismo profundo chino

El nexo entre Ecuador y China ha ido in crescendo, a la par que el gigante asiático ha ascendido como potencia mundial, sobre todo, económica desde 2010. Se trata de una asociación sólida que, a pesar de los cambios en la orientación política de los gobiernos ecuatorianos, ha logrado sostenerse en dos pilares importantes: el reconocimiento del principio de una sola China por parte de Ecuador y el fortalecimiento de sus relaciones comerciales.

Si bien esta continuidad refleja el “espíritu geopolítico de la época”, también es el resultado de la convergencia entre la consolidación de un consenso pragmático, a nivel nacional, de que no se puede prescindir de China como socio privilegiado comercial y el precepto armonizador chino de “pluralismo profundo” se fundamenta en “el establecimiento y desarrollo de relaciones entre países con diferentes sistemas sociales”, más allá de lógicas antagónicas.

El concepto de “pluralismo profundo” tiene sus raíces empíricas en la doctrina de “coexistencia pacífica”, vigente en la diplomacia china hace 70 años. Este principio contrasta con el acento universalista de la política exterior estadounidense, que tiende al binarismo confrontativo y es mucho más dependiente de la orientación política del gobierno de la contraparte.

Esta diferencia de aproximaciones ha sido evidente en Ecuador, que después del gobierno del presidente Rafael Correa, se ha realineado con EUA y su agenda, y ha limitado su cooperación con China a lo comercial, intentando apartarse de lo financiero y lo político.

Las bases normativas del TLC


Para dar cauce al vigente Tratado de Libre Comercio (TLC) fue necesario el ingreso del país asiático a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001, el establecimiento de una nueva política de diversificación económica y comercial por parte de Ecuador en 2007, y la deliberada adopción de China de una estrategia de acercamiento a América Latina en 2008. Estos tres eventos configuraron el campo normativo básico para la posterior profundización de los vínculos transaccionales entre ambos países.
La crisis económica y financiera de 2008, que afectó sobre todo a EUA y a Europa, dejó un importante espacio de maniobra política para que tanto China como América Latina fortalecieran sus relaciones. El primer libro blanco de la política china para la región coincidió con el “giro a la izquierda” en varios países, mayormente de Sudamérica, que intencionalmente optaron por diversificar sus relaciones con socios no tradicionales y antihegemónicos como China.

En el caso de Ecuador, el Plan Nacional de Desarrollo 2007 – 2020, estableció como objetivo la ampliación de las relaciones económicas del país con socios de la Cuenca del Pacífico como China, Japón e India. Aquello significó no solo una intensificación comercial, aunque asimétrica, entre China y Ecuador, sino el intento del forjamiento de un nexo conducente a la consolidación de un orden posamericano.

Además, implicó para el gobierno de Rafael Correa, una fuente de financiamiento de un modelo propio de desarrollo, el del “Buen Vivir”. Esta convergencia política, comercial y financiera contribuyó a que China elevara su nexo con Ecuador a “Asociación Estratégica” en 2015, lo que se tradujo, según el Banco Central del Ecuador, en un pico de las exportaciones ecuatorianas al gigante asiático.

Aunque la base de esta asociación se constituyó, en gran medida, alrededor de la agenda compartida de “defensa de los intereses comunes de los países en vías de desarrollo” y de “construcción de un mundo multipolar”, sentó los marcos técnicos para la exploración de “la complementariedad de la economía y del comercio bilateral”.

A pesar del leve peso geopolítico del Ecuador y del tamaño de su economía, el país andino tuvo un rol pivote en el acercamiento de China a la región, a través de su gestión como miembro del cuarteto de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC), de su presidencia pro tempore del organismo y su fomento en la construcción del Foro China-CELAC. Tanto la visita de Xi Jinping, como el elevamiento de la asociación, supusieron un reconocimiento tangible a estos oficios diplomáticos.

Las relaciones comerciales con China, una política de Estado

Si bien la llegada de Lenin Moreno al poder significó un giro político tectónico frente a la administración de Rafael Correa, no prescindió del crédito chino, ni revirtió el rumbo de las relaciones comerciales. En 2018, adhirió al Ecuador, a la “Iniciativa de la Franja y la Ruta” , a pesar de haber retornado al realineamiento con Washington.

Posteriormente, la firma del TLC con China el 10 de mayo de 2023, bajo la presidencia de Guillermo Lasso, y su ratificación durante el gobierno de Daniel Noboa el 7 de febrero de 2024, confirmaron la consolidación de un consenso pragmático entre las élites políticas y económicas, así como entre sectores de productores agrícolas e importadores de estrato medio sobre el irreversible nexo comercial con China.

Perspectivas

El TLC con China se ratificó con un total de 76 votos de 137. Si bien existe un optimismo generalizado alrededor de las ganancias que se puedan derivar de éste, sobre todo en el rubro de las exportaciones no petroleras, que podrían aumentar entre USD 3000 y USD 4000 millones en los próximos años, queda la cuestión de si el Acuerdo puede ser, más bien, un incentivo para la persistencia del patrón primario-exportador del Ecuador.

Desde una lectura objetiva, es pertinente dimensionar a los TLCs como un instrumento comercial y regulador de normas, perfectible y renegociable en el tiempo, y no como un fin en sí mismo, ni como un reemplazo de las políticas que le corresponden establecer al Estado. Ciertamente, en la era de la economía del conocimiento y la inteligencia artificial, subsiste, en ciertos sectores, la preocupación de cambiar la matriz productiva, aunque ese asunto ya no es parte sustancial, ni eje del ejercicio gubernamental actual.

En el Acuerdo de Asociación Estratégica Integral de 2016, China expresaba su disposición de “(…) fomentar su cooperación hacia la transferencia tecnológica con el objeto de ayudar al Ecuador a acelerar su proceso de industrialización y elevar su capacidad de desarrollo independiente”. En el TLC, se recoge en algunos objetivos, como los de cooperación económica, el fomento a la transferencia tecnológica en áreas de interés mutuo. Sin embargo, corresponde al Estado establecer la política pública que garantice un saldo favorable para el país y aprovechar, inteligente y redistributivamente, el TLC, así como el vínculo que se ha forjado con China en estos 44 años.

Doctora (Ph.D.) en Ciencias Sociales y Relaciones Internacionales por la Universidad Corvinus de Budapest. Profesora de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), investigadora asociada no residente del Instituto Internacional de Viena de Estudios sobre el Oriente Medio (VIIMES) e integrante de REDCAEM.


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