La céntrica Plaza Murillo, conocida por ser el epicentro del poder Ejecutivo y Legislativo de Bolivia, experimenta una calma relativa después de un reciente episodio de turbulencia. Hace dos días, un contingente militar liderado por el destituido jefe militar, Juan José Zúñiga, irrumpió de forma abrupta y destruyó la puerta principal del Palacio Quemado con una tanqueta.
A pesar de la conmoción inicial, la Plaza Murillo muestra un ambiente tranquilo y sereno en contraste con los acontecimientos recientes. Tanto visitantes como lugareños continúan con sus actividades habituales bajo un cielo despejado que resalta la arquitectura clásica que la rodea.
Testimonios de los presentes
Álvaro Escobar, un fotógrafo habitual en la plaza, relató los momentos de tensión vividos el miércoles: «Fue algo extraño, muy raro… alrededor de las 14:30 horas comenzaron a llegar las tanquetas. Eran entre 8 y 10 tanquetas que llegaron haciendo mucho ruido con sus sirenas». A pesar del nerviosismo inicial, esta vez no se desencadenó una convulsión social como en episodios anteriores.
María Ramírez, vendedora en la plaza, expresó su temor ante la posibilidad de un cambio repentino en la tranquilidad actual. Por otro lado, Orlando, antiguo vinculado a las fuerzas militares, considera que lo ocurrido fue más un ensayo que un verdadero golpe de Estado.
Tensión latente y medidas de seguridad
En medio de la incertidumbre y el escepticismo sobre los eventos del pasado miércoles, persiste una sensación de tensión entre los ciudadanos bolivianos. Las autoridades mantienen una vigilancia constante en la zona para prevenir cualquier altercado futuro y garantizar la seguridad en la emblemática Plaza Murillo.
