Alberto Ruiz Méndez/Latinoamérica21
El 2 de junio de 2024, México celebrará la elección más grande y más violenta en su historia. Por diferentes razones, esta fecha podría ser considerada un parteaguas en la historia del país; sin embargo, tres dimensiones reducen las opciones que los ciudadanos tenemos para elegir.
1-La falacia del modelo social
La primera es lo que llamaría la falacia del modelo social. Esta falacia ha sido alimentada por cada una de las tres principales plataformas políticas que están compitiendo por el voto popular. Las candidatas y el candidato presidenciales son la cara más visible de un discurso, pero ¿en qué consiste?
La candidata Claudia Sheinbaum ha basado su campaña en la celebración y continuidad del modelo social implementado por el actual presidente mexicano. Un modelo que se vende como progresista y humanista, pero que en la práctica favorece lo que tanto crítica: la concentración de los recursos en el individuo, en este caso, el destinatario de los programas sociales.
Por su parte, la candidata Xóchilt Gálvez no ha logrado articular una narrativa con una clara posición crítica hacia los programas sociales, pero tampoco defiende una propuesta económica para los diversos sectores de la sociedad que se han sentido desplazados por aquellos programas. Esta falencia la identifica con un modelo que ya ha mostrado su fracaso.
Si bien es cierto que el candidato Jorge Álvarez Máynez ha aprovechado las plataformas mediáticas, como los debates, para presentar propuestas concretas, también es verdad que estas o bien siguen el modelo actual, con el mismo resultado individualista, o bien son propuestas que no por sonar bien son viables a corto plazo.
De tal suerte que, aunque los tres candidatos quieran presentarse como los paladines de un modelo social que llevará a México a niveles mayores de prosperidad y progreso, lo cierto es que en la actualidad no hay modelo que haga realidad la justicia social. En consecuencia, el electorado se queda sin opciones reales para decidir.
2-El aumento de la violencia políticoelectoral
La segunda dimensión es el contexto de violencia: más de 180.000 personas han sido asesinadas en el sexenio de López Obrador. Con relación a procesos electorales, el proyecto Votar entre Balas de la organización Data Cívica reporta estos datos sobre violencia políticoelectoral en todo México.
En lo que va del 2024, al momento que se escribe este texto, un total de 59 candidatos o candidatas han sido víctimas de algún tipo de violencia políticoelectoral: 22 de ellas han sido asesinadas, 14 han recibido algún tipo de amenaza, 10 han sido secuestradas, 8 han sufrido algún atentado, 4 han sido atacadas con arma de fuego y 1 se encuentra desaparecida.
Si a este conteo se le añade funcionarios, autoridades de elección popular, miembros de partidos e incluso instalaciones políticas, el número de casos de violencia política electoral va aumentando año con año: en 2020 tuvimos 78, en 2021 fueron 178, en 2022 aumentó a 486, en 2023 tenemos la cifra más alta con 575 y en lo que va del 2024 se suman un total 224 casos de violencia políticoelectoral.
Quienes se encuentran más expuestos a esta violencia son las autoridades municipales: 76,5% del total. Una posible explicación es que, a nivel municipal, el crimen organizado puede tener más control del territorio al “decidir” quién gobierna a través de esta violencia.
La violencia políticoelectoral, sobre todo a nivel municipal, se está convirtiendo en una tendencia cuyo resultado es que la elección está resuelta antes de llegar a las urnas. Por lo tanto, el electorado se queda sin libertad para decidir.
3-La polarización política
La tercera dimensión es la polarización. Otra característica de las campañas en curso ha sido la constante descalificación principalmente entre las candidatas. Incluso en varios de sus spots de radio y televisión, han preferido darle espacio a la candidata opositora para señalar sus “mentiras”. El cruce de adjetivos como mentirosa, corrupta, narcocandidata y otros motes que han acuñado muestra que el actual discurso electoral se basa en la estigmatización.
No es casual que la candidata Claudia Sheinbaum no voltee a mirar a ninguno de sus competidores durante los debates presidenciales. Dicha actitud es muestra de que la polarización contemporánea se basa y se practica a través de la estigmatización, que convierte en enemigos a quienes piensan diferente y con quienes no es necesario dialogar ni consensuar.
El contenido discursivo con el que se construye la actual polarización ha derivado en acciones que van desde la descalificación moral a través de adjetivos “ingeniosos” hasta el retiro o la obstrucción en derechos y libertades por parte de quienes son considerados adversarios por los gobiernos con tendencias autoritarias.
La estigmatización que implica la actual polarización provoca ver al otro actor político como alguien que no merece derechos o libertades. Por lo tanto, el electorado reduce sus opciones a una polarización u otra.
La paradoja del proceso electoral más grande en la historia de México es que la furia de la violencia, la furia del discurso, la furia por la injusticia social, la furia derivada de la polarización, nos dejan a los electores sin alternativas reales para tomar una decisión o, algo peor, al momento de votar solo nos dejan la elección de la furia. Veremos.
Alberto Ruiz Méndez es Profesor-Investigador del Centro de Inv. para la Comunicación Aplicada (CICA), Universidad Anáhuac México. Doctor en Filosofía Política. Coordinador del Proyecto ¿Consolidación o debilitamiento de la democracia en América Latina? en la UNAM.