A un día de recordar el nacimiento de Jesucristo, el Taller San Simón en Oruro trabaja a toda máquina restaurando los cientos de “niñitos” que llegaron con algún daño, algunos con abolladuras, otros con alguna extremidad mutilada, o con manchas difíciles de quitar. Los niñitos son traviesos y protagonizan muchas historias.
La familia Cortés Gumucio realiza este trabajo por décadas, es un oficio heredado de sus abuelos, doña Evangelina Ferrufino de Gumucio y don José Gumucio Valdez.
Los conocimientos pasaron a tres de sus cuatro hijos, una de ellas doña Lidia Gumucio de Cortez, actualmente tiene 95 años, quien instaló su taller un 5 de septiembre de 1952, 69 años de trabajo que hoy continúan sus tres hijas.
María del Carmen Cortés Gumucio de 64 años, es una de ellas, es parte de la tercera generación que se dedica a la restauración de imágenes religiosas.
RESTAURACIÓN
Contó a LA PATRIA que antes de la pandemia llegaban hasta su taller entre 500 a 300 “niñitos” para ser restaurados, pero este año llegaron apenas un centenar, estas imágenes empiezan a arribar en noviembre para que estén listas para la Nochebuena.
ANÉCDOTAS
Cada “niño” tiene una historia, María del Carmen relató la vez que una pareja que estaba por divorciarse tuvo un altercado al momento de recogerlo del taller, la imagen cayó al piso y se partió en “mil pedazos”, la pareja consternada nuevamente pidió su curación y nunca se separaron.
“Pero también los niños son traviesos, cada año me dan dolor de cabeza porque se despeinan, no los pongo en una vitrina todos juntos (porque) mucho pelean, los dejo a cada uno en su caja, porque son juguetones”, apuntó.
Como anécdota personal contó que antes de que su padre falleciera el “niño” que tienen en su familia apareció con una especie de lágrimas, “le digo papito porqué has llorado, y había sido porque mi papá tenía que irse”.
ABANDONADOS
No todas las personas que dejan a los “niños” o alguna otra imagen religiosa, retornan a recogerlos, es por ello que en el Taller San Simón hay muchos de ellos que esperan por sus dueños.
“Cada niño llega con una historia distinta, cuando estoy trabajando solita siento compañía. Los niños salen a cuidarnos cuando estamos enfermos”, finalizó.