Por: Gabriela Keseberg Dávalos
Mientras que en Bolivia por fin terminó la contienda política, en Nueva York ha comenzado la carrera por el puesto de Secretario/a General de la Organización de Naciones Unidas, a elegirse a finales de 2026.
Con o sin candidato, para Bolivia, este escenario representa una oportunidad y, al mismo tiempo, un desafío. En primer lugar, el país necesita poner en orden su relación con Naciones Unidas si no quiere quedar al margen de esta decisión histórica. Ello implica regularizar sus pagos pendientes (no sólo antes de cumbres), y también designar a un embajador o embajadora de peso en Nueva York. Debe ser alguien con la capacidad de navegar los corredores de la diplomacia multilateral y de comprender los intrincados detalles de esta inminente fase política. Desde fines de 2024, Bolivia carece de embajador ante la ONU. Actualmente sólo cuenta con representación a nivel de ministro temporal/encargado de negocios, una situación inadmisible en este contexto.
Formalmente, el proceso de la selección arranca con una carta conjunta de la presidencia de la Asamblea General y la presidencia rotativa del Consejo de Seguridad. Juntos invitan a los Estados miembros de la ONU a nominar candidatos, ya sea propios o de otro país. Esto deberá ocurrir antes del 31 de diciembre de 2025.
Y ya suenan algunos nombres, con apoyo directo o indirecto de sus países: David Choquehuanca (Bolivia), Michelle Bachelet (Chile), Rebeca Grynspan (Costa Rica) y Rafael Grossi (Argentina). Sobre la candidatura de Choquehuanca escribí en mayo 2025, cuando lanzó su intención de manera prematura. Esto evidenció la falta de claridad en el proceso de selección. En principio, su postulación carece de viabilidad: no sólo por el inminente cambio de gobierno en Bolivia, sino también por el aislamiento internacional del país tras dos décadas de errática política exterior. Empero, su intento queda como dato histórico en una carrera que, más que elección, es una compleja selección política. Es poco transparente y dominada por escasos países. Pero ojo, si Choquehuanca consiguiera el apoyo de otros países, aún sin el sustento boliviano, podría seguir en la contienda.
Que los aspirantes mencionados provengan todos de América Latina y el Caribe (región GRULAC) no es casualidad. El artículo 97 de la Carta de la ONU dedica apenas 15 palabras al nombramiento del Secretario General. Pero existen reglas no escritas que pesan. La principal es la tradición de rotación regional: el cargo debe alternarse entre las cinco regiones oficiales de Naciones Unidas.
Latinoamérica y el Caribe representan la región más rezagada. Sólo hemos tenido una vez el cargo, entre 1982-1991, con el peruano Javier Pérez de Cuéllar. En cambio, Europa Occidental, ocupó el puesto en cuatro de las nueve ocasiones. África y Asia lo tuvieron por dos ocasiones respectivamente. La balanza, por simple equidad, debería inclinarse hacia GRULAC.
Esto fue también afirmado (y firmado) por las más altas autoridades de nuestra región, incluyendo Bolivia, en la Declaración de Tegucigalpa (Art.3) en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en abril. Esa declaración reafirma el compromiso compartido de la región para unificar su apoyo en torno a un candidato. Además, menciona que ninguna mujer ha ocupado jamás el cargo en los 80 años de la ONU. Brasil ya anunció que apoyará candidaturas de mujeres, al igual que la gran mayoría de los estados miembros de la ONU.
A esto se suma un factor geopolítico crucial: el proceso está controlado por el Consejo de Seguridad y, en particular, por sus cinco miembros permanentes (EEUU, China, Rusia, Francia y Reino Unido). Ellos conservan el poder de veto de manera férrea. Rusia divulgó que bloqueará a cualquier candidato europeo y ha señalado que “en principio” apoyará candidaturas de América Latina y el Caribe.
Estoy convencida de que nuestra región tiene no solo el derecho, sino también la responsabilidad histórica de presentar y apoyar candidaturas sólidas, preferentemente, de mujeres. Si no lo hacemos ahora, quizá pasen décadas antes de una nueva oportunidad. El mundo necesita un liderazgo fresco e inclusivo. Latinoamérica y el Caribe tienen la capacidad de ofrecerlo. La designación del próximo Secretario/a General no es un asunto menor. Y Bolivia puede recuperar protagonismo internacional si impulsa con convicción un proceso que refleje la voz de la región.
Gabriela Keseberg Dávalos forma parte de una campaña global que aboga por un proceso más justo, transparente e inclusivo en la elección de secretario/a general de la ONU en 2026.













