Cada 5 de noviembre, el mundo se llena de rojo y blanco para celebrar el Día Internacional del Payaso. Esta fecha va más allá de los espectáculos circenses y rinde homenaje a quienes, con su nariz postiza y grandes zapatos, logran transformar la tristeza en esperanza. La celebración se originó en México en 1985 como un tributo a Ricardo González Gutiérrez, conocido como Cepillín, cuya “sonrisa infinita” se convirtió en un símbolo de ternura para millones de niños en Latinoamérica.
Este día también recuerda a otros grandes del humor iberoamericano, como el español Miliki, cuyo nombre real es Emilio Aragón Bermúdez. Junto a sus hermanos Gaby y Fofó, formó un trío inolvidable que, con canciones como “La gallina turuleca”, dejó una huella profunda en la infancia de varias generaciones.
El significado del payaso
La figura del payaso, más allá de hacer reír, representa la resistencia, la ironía y la compasión. Este arte nos recuerda que la vulnerabilidad, expuesta a través de la risa, es una forma seria de expresar la verdad. El oficio del payaso ha evolucionado desde el circo clásico hasta convertirse en una disciplina con aplicaciones en el ámbito social y terapéutico.
Desde 1986, movimientos como “Patch Adams” y la creación de organizaciones como “Clown Care Unit” en Estados Unidos han consolidado la figura del payaso médico o “payaso de hospital”. Su labor, respaldada por estudios en Psiconeuroinmunología, ha demostrado que puede reducir el miedo, la ansiedad y la percepción del dolor en pacientes pediátricos e incluso en adultos.
Celebraciones alrededor del mundo
El Día Internacional del Payaso es una oportunidad perfecta para que miles de artistas realicen funciones gratuitas y visiten orfanatos, cárceles y hospitales, llevando su arte a los lugares donde la alegría es más necesaria. En ciudades como Lima, Bogotá y Buenos Aires, las caravanas y desfiles multicolores llenan las calles, reivindicando este oficio como un acto de amor.

El legado del payaso en Bolivia
Bolivia también tiene un profundo legado en el arte del payaso, donde varias figuras han marcado distintas épocas en la televisión y el espectáculo callejero. Determinar quién es el payaso “más recordado” en la historia de Bolivia puede ser subjetivo, ya que depende de la generación y la región. Sin embargo, hay varios artistas que han dejado una huella significativa y son ampliamente reconocidos.
Uno de ellos es Bombolito, cuyo nombre real es Miguel Rodríguez Lira. Es considerado uno de los payasos pioneros en Bolivia, especialmente por su participación en la televisión nacional durante las décadas de 1970 y 1980 con el programa infantil “Hola Chicos”. Es recordado por llamar a los niños “churucutitos” y su trayectoria ha dejado un importante legado.
Otro payaso muy querido es Cosquillas, cuyo nombre real es Édgar Patiño. Fue muy popular por su participación en el icónico programa de televisión “Sábados Populares” durante muchos años. Aunque tuvo otras facetas, su personaje de payaso Cosquillas es muy apreciado por la población boliviana.
Finalmente, Garo, cuyo nombre real es Edgar Luis Balderrama, es un payaso y artista callejero que ha ganado gran popularidad en la actualidad. Es conocido por su carisma y su inconfundible traje naranja con estrellas, logrando una gran conexión con el público a través de los años.
La risa como legado
Estos artistas bolivianos representan la herencia de un arte que no muere, sino que se transforma. Mantienen la convicción de que la risa tiene el poder de cambiar el mundo, y su legado perdura en la memoria colectiva de la sociedad.













