El 30 de octubre, un día antes de Halloween, se celebra la “Noche de las Travesuras” (Mischief Night) en países como el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá. Esta tradición, que en sus inicios permitía bromas inofensivas, ha evolucionado en algunas ciudades de Norteamérica a un serio problema de seguridad pública. En la década de 1980, este fenómeno adquirió un nombre más oscuro: la “Noche del Diablo” (Devil`s Night).
La “Noche de las Travesuras” tiene raíces históricas en Inglaterra, donde se documentó a finales del siglo XVI. Originalmente, esta celebración ocurría en la víspera del 1 de mayo, permitiendo a niños y adolescentes hacer pequeñas bromas para dar la bienvenida a la primavera. Con el tiempo, la costumbre se trasladó al 30 de octubre, probablemente porque su espíritu transgresor encajaba mejor con la atmósfera oscura de Halloween. Según la tradición celta, en esta fecha el velo entre el mundo de los vivos y los espíritus es más delgado.
La llegada a Norteamérica
La tradición fue traída a Norteamérica por inmigrantes británicos e irlandeses. Sin embargo, en las grandes ciudades, la celebración comenzó a descontrolarse. Durante los años de la Gran Depresión y el periodo de inestabilidad social en los años 80, la “Noche de las Travesuras” escaló a un nivel delictivo.
Vandalismo y problemas de seguridad
La “Noche del Diablo” se convirtió en sinónimo de vandalismo desenfrenado, especialmente en ciudades con altos índices de desempleo y muchos edificios abandonados, como Detroit y Nueva York. En estas metrópolis, los actos vandálicos se transformaron en un grave problema de seguridad pública, con un aumento en la práctica de incendios provocados.
La crisis alcanzó su punto más alto en Detroit en 1984, cuando las autoridades reportaron más de 800 incendios intencionales durante las 72 horas que abarcan el periodo de Halloween (del 29 al 31 de octubre). Este pico de caos convirtió la quema de propiedades en una rutina anual, lo que obligó a las autoridades a tomar medidas drásticas.
Iniciativas comunitarias
Ante la magnitud del problema, Detroit lideró una iniciativa comunitaria para combatir el fuego y el vandalismo. A partir de 1986, se implementó un toque de queda para menores de 18 años. En 1995, el gobierno de la ciudad creó un plan de vigilancia y prevención que movilizó a miles de voluntarios. Solo ese año, la campaña logró reducir la cifra de incendios a 158 y ha llegado a reunir a más de 40,000 voluntarios en años posteriores.
Los voluntarios patrullaban los vecindarios, vigilaban las estructuras abandonadas, que eran el principal objetivo de los pirómanos, y alertaban a las autoridades. Gracias a la persistencia de esta campaña, el número de incidentes de incendios intencionales se ha reducido drásticamente con el tiempo.
Un cambio en la celebración
La “Noche del Diablo” de Detroit ha quedado en gran medida como un capítulo oscuro de su historia. Con el esfuerzo comunitario, ha dado paso a un enfoque más familiar y positivo en la víspera de Halloween.













