La cumbre entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, fue suspendida. Esta decisión se debió a que Moscú se negó a aceptar un alto el fuego en Ucrania, lo que impidió que se llevara a cabo una reunión preparatoria entre el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov. La decisión se tomó antes del encuentro que estaba programado en Budapest. La Casa Blanca ha indicado que no hay planes inmediatos para una reunión futura.
Posición de Rusia
Rusia ha dejado claro que su prioridad no es detener las hostilidades, sino erradicar las causas originales del conflicto. Esto se refiere, en particular, a las aspiraciones de Ucrania de ingresar en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El ministro Lavrov enfatizó que un cese al fuego en las líneas actuales, tal como lo exige el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, y sus aliados europeos, “significaría solo una cosa: una gran parte de Ucrania seguirá bajo el régimen nazi de Kiev”.

Además, el viceministro ruso, Sergei Ryabkov, calificó como “prematuro” fijar una fecha para un encuentro presencial. Esto refleja el estancamiento actual en las negociaciones. Altos diplomáticos europeos consultados por Reuters señalaron que las exigencias rusas resultaron “excesivas” para Washington. Un funcionario puntualizó: “Supongo que los rusos querían demasiado y quedó claro para los estadounidenses que no habrá acuerdo para Trump en Budapest”.

Negociaciones estancadas
La posición de Rusia se mantiene inalterable: solo están dispuestos a negociar si Ucrania acepta perder territorio. Describen el diálogo actual como un “callejón sin salida”. Por su parte, la Casa Blanca se ha distanciado del proyecto de cumbre, asegurando que actualmente “no existen planes” para que Donald Trump y Vladimir Putin se reúnan “en el futuro inmediato”, según reportó Euronews.
Controversia en la sede
La elección de Budapest, Hungría, como sede provisional para el encuentro ya había generado fricciones dentro de la Unión Europea. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, mantiene lazos cercanos con el Kremlin, lo que despierta suspicacias entre los socios europeos sobre la neutralidad de la cumbre. Además, el posible viaje de Putin a un país miembro de la UE y la OTAN complica la logística debido a la orden de arresto vigente emitida por la Corte Penal Internacional en 2023.
Esta orden acusa a Putin de crímenes de guerra por la deportación ilegal de niños ucranianos. Obliga a los estados miembros de la CPI, como Hungría, a detenerlo si pisa su territorio. Polonia ha advertido que podría intervenir para arrestar a Putin en virtud de la orden internacional. En contraste, Bulgaria se ha mostrado dispuesta a facilitar el tránsito del mandatario ruso.
Evitar arrestos internacionales
El Kremlin ya ha evitado viajes a países con obligación de arresto. Por ejemplo, el presidente ruso participó por videoconferencia en la cumbre de los BRICS en Brasil en junio de 2025 para eludir la orden de la CPI. El ministro de Asuntos Exteriores húngaro, Peter Szijjarto, declaró desde Washington que “los esperan días muy difíciles”, encapsulando la incertidumbre que rodea el futuro de cualquier diálogo de alto nivel.