
Por: Gabriela Keseberg Dávalos
Los debates en torno a los antiguos tuits de JP Velasco han reavivado una herida abierta en la política boliviana: la polarización entre regiones. Lejos de ser un episodio aislado, este caso refleja cómo la dinámica de división que marcó los últimos veinte años sigue condicionando la manera en que nos miramos unos a otros.
Desde sus inicios, el MAS aplicó la estrategia del “divide y reinarás”. En 2008, el país estuvo al borde de un enfrentamiento fratricida. La siembra de odio entre regiones debilitó los lazos nacionales. Se normalizó un discurso en el que los adversarios no eran rivales políticos, sino enemigos irreconciliables. Se deshumanizó al “otro”, al “colla”, al “camba”, al “indio”, al “k’ara”.
Ahora bien, vale la pena detenerse en el núcleo del escándalo: los tuits de Velasco. Los mismos reflejan el clima de polarización que el Movimiento al Socialismo (MAS) cultivó durante años, alentando la división entre oriente y occidente. No son una excepción, sino un espejo de los sentimientos de miles de bolivianos en aquel contexto. Eso no los justifica, pero ayuda a entenderlos. Los tuits de JP Velasco son un eco de esa época, pero también un recordatorio de lo que debemos superar de manera urgente.
Y aquí surge una pregunta política clave: ¿qué hubiera pasado si Velasco hubiese asumido otra postura? Con la asesoría adecuada, podría haber admitido lo evidente: que los tuits eran suyos, escritos por un joven de unos 24 años en un momento de intensas emociones y prejuicios regionales. Podría haber explicado que la campaña este año le permitió recorrer Bolivia, descubrir la diversidad de su gente y comprender que solo unidos podremos salir adelante. Incluso, podría haber prometido que su equipo estaría siempre integrado por profesionales de todo el país, como muestra de reconciliación.
Ese gesto quizás no convencería a todos. Pero habría marcado un precedente poco común en nuestra política: la admisión de un error, la asunción de responsabilidades y la disposición a aprender. Habría mostrado madurez en un escenario donde la negación suele ser la norma. Lamentablemente, tanto Tuto como JP, eligieron el camino contrario: atacar a la prensa y a los verificadores. Para quienes defendemos la libertad de prensa, ese es un punto de quiebre. Es inaceptable.
Finalmente, este episodio vuelve a poner sobre la mesa un tema que a menudo se subestima: la importancia de la candidatura vicepresidencial. No basta con que un binomio esté encabezado por una figura fuerte. La persona que acompaña debe ser alguien preparado, con criterio político y capacidad de gestión. La historia boliviana muestra que, en más de una ocasión, el vicepresidente tuvo que asumir la presidencia de manera inesperada, casi siempre con resultados poco alentadores debido a la falta de idoneidad.
El caso Velasco nos recuerda que la política no puede seguir operando con improvisaciones. El país necesita líderes dispuestos a reconocer errores, a tender puentes y a pensar en un horizonte común. Admitir lo que se dijo en un pasado de polarización no es debilidad; es el primer paso para construir un futuro con más madurez democrática.