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Bukele en la encrucijada: ¿Washington o Pekín?

Imagen referencial / RR.SS.

Autor: César Eduardo Santos/Laatinoamérica21

Recientemente, el partido oficialista salvadoreño, Nuevas Ideas, inauguró una escuela de formación política en Nuevo Cuscatlán. El evento tuvo como figuras principales a Félix Ulloa, vicepresidente del país centroamericano, y al embajador de China en El Salvador, Zhang Yanhui. De acuerdo con el portal centroamericano Expediente Público, el instituto habría sido patrocinado por el Partido Comunista Chino (PCCh), gracias a una visita previa de Ulloa y Xavier Zablah Bukele –dirigente de Nuevas Ideas y primo del mandatario salvadoreño– a Pekín, donde se concretaron varios acuerdos de cooperación interpartidista.

Este acontecimiento revela las estrategias diversificadas con que la China busca aumentar su influencia en el hemisferio. Mientras que la atención pública respecto al gigante asiático suele enfocarse en la diplomacia entre gobiernos, las relaciones comerciales o la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), poco se toman en cuenta las formas de cooperación que diferentes órganos de incidencia internacional ligados al PCCh despliegan en América Latina.

El centro checo Sinopsis, especializado en el estudio de China, menciona al respecto: “A diferencia de muchos otros países, los asuntos exteriores chinos se extienden más allá de la jurisdicción del Ministerio de Asuntos Exteriores (MoFA) y trascienden la diplomacia oficial de Estado a Estado […] Este sistema consta de varios órganos y opera bajo el concepto general de diplomacia total”.

El PCCh tras bambalinas

De acuerdo a la prensa centroamericana y medios en mandarín, Zablah Bukele y Félix Ulloa sostuvieron, en abril de 2024, una reunión con Liu Jianchao, ministro del Departamento de Enlace Internacional (ILD) del PCCh. En esa ocasión, los representantes del bukelismo firmaron un convenio con la escuela de cuadros del Partido Comunista, donde se acordó el patrocinio chino al recién inaugurado Instituto de Formación Política de Nuevas Ideas.

El ILD fue establecido en 1951, con el fin de promover los vínculos entre el PCCh y los partidos comunistas del resto de Asia, Medio Oriente, África y Europa del Este. Tras la ruptura sino-soviética de los 60, esta organización se dedicó a cultivar relaciones con agrupaciones izquierdistas de todo tipo, desde la socialdemocracia europea, hasta movimientos de liberación en el Sur Global.

Bajo el liderazgo de Hu Jintao, el ILD comenzó a asumir una postura pragmática de buenas relaciones con partidos políticos de izquierda y derecha. Así, organizaciones centroderechistas como Propuesta Republicana (PRO) de Argentina mantienen contactos con el PCCh desde 2009. Xi Jinping, al tiempo que conserva este enfoque, ha impreso un carácter más asertivo a las labores del ILD, convirtiéndolo en un importante instrumento de influencia china en el extranjero.

Diversos centros de pensamiento y estudiosos de la política exterior de China han señalado la diplomacia silenciosa que el gigante asiático ejerce a través del ILD y otros organismos. Por ejemplo, el Frente Unido del Departamento del Trabajo o la Asociación del Pueblo Chino para la Amistad con el Extranjero, que operan como burocracias paralelas al MoFA y se caracterizan por actividades opacas y una supuesta autonomía respecto de Pekín. Sin embargo, tales organizaciones tienen como objetivo vincular a diversos sectores de la política y sociedad civil de otros países con el PCCh.

En particular, el ILD crea redes de influencia formando a políticos extranjeros. Además de cursos de adiestramiento financiados en China, este órgano ha impulsado la construcción de centros de formación en naciones como Tanzania. Así, el ILD busca establecer vínculos cercanos con élites de otros países, quienes, además de promover narrativas del poder blando chino –como la superioridad del modelo de partido único o la primacía del desarrollo sobre la democracia y las libertades– pueden cabildear a favor de los intereses de Pekín en agencias, gabinetes y parlamentos. En este sentido, el respaldo chino al Instituto de Formación Política de Nuevas Ideas refleja un avance sustancial de la cooperación entre el PCCh y el oficialismo salvadoreño.

Los cursos de formación del ILD también se han consolidado como espacios de transmisión del saber hacer autoritario. Investigadoras como Lina Benabdallah y Christine Hackenesch destacan que el PCCh promueve entre élites extranjeras el modelo de gobernanza chino, basado en tecnologías de vigilancia masiva, almacenamiento de datos personales y censura del internet, generalmente provistas por empresas estatales como Huawei. Estas prácticas se presentan como alternativas para fortalecer la seguridad pública y la estabilidad interna, aunque, en los hechos, refuerzan el control estatal y limitan las libertades civiles en los países que las adoptan.

Las paradojas del bukelismo

El vínculo entre Nuevas Ideas y el PCCh pone en tela de juicio las preferencias ideológicas de Nayib Bukele. Hace apenas unas semanas, el presidente salvadoreño acogió en San Salvador al secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, para sellar, en palabras de este último, “un acuerdo sin precedentes, el más extraordinario del mundo” en migración. Si, con este hecho, el Gobierno salvadoreño prometía consolidarse como uno de los socios más importantes de Estados Unidos en la región, ¿cómo interpretar, ahora, el aumento de la cooperación política con China, principal competidor estratégico de los norteamericanos?

Por un lado, es comprensible que el oficialismo salvadoreño promueva la articulación de sus cuadros con el PCCh. La inauguración del Instituto de Formación Política de Nuevas Ideas, con la venia del ILD, no es otra cosa que un nuevo episodio de cooperación autoritaria en América Latina, donde un régimen experto en represión y control transfiere conocimientos y recursos a otro con los mismos fines. Ejercicios parecidos se han visto antes en la región para los casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, quienes colaboran entre sí y con autocracias extrarregionales como Rusia, Irán y la propia China.

No resulta extraño, por lo anterior, que un régimen autodenominado socialista, y otro vinculado a la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), cooperen más allá de sus diferencias ideológicas. De hecho, esta ha sido la nota distintiva del ILD en lo que va del siglo: pragmatismo al relacionarse con partidos de todas las orientaciones, garantizando vínculos a largo plazo con distintos gobiernos. Semejante fenómeno expresa un rasgo central de nuestra época, es decir, la disolución del conflicto entre izquierdas y derechas en favor de una nueva tensión entre democracias y autocracias.

Por otra parte, el adoctrinamiento de los cuadros de Nuevas Ideas incluso podría ser tolerado por Trump, debido a que algunas perspectivas del PCCh coinciden con su agenda política. La búsqueda de un orden multipolar que asegure zonas de influencia para las grandes potencias –como el Mar del Sur de China o Groenlandia– así como la promoción de modelos iliberales de democracia –el chino de “proceso integral” o el ejecutivo unitario desprovisto de contrapesos– no son cuestiones ajenas al Make America Great Again.

Con base en ello, Bukele parecería tener luz verde para profundizar su proyecto autoritario con ayuda de Pekín. Mientras China no interfiera en asuntos estratégicos para EE. UU. en El Salvador, tales como la gestión migratoria o el control de infraestructura crítica, el 47º presidente norteamericano quizá permanezca conforme, sin importar el avance del poder blando chino en el hemisferio.


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