Columnistas

Los aranceles de Trump: golpe de realismo y nueva oportunidad

Por: Ronald Nostas Ardaya

Las medidas arancelarias impuestas recientemente por el presidente Donald Trump, que afectan a 100 países y comprometen más de 2.5 billones de dólares en importaciones anuales, han impactado, no solo por su magnitud, sino también porque representan un retroceso en la evolución del comercio internacional, marcando el retorno a un proteccionismo extremo, contrario a la globalización y a la esencia misma del capitalismo.

Aunque los efectos de estas medidas aún no han sido dimensionados y posiblemente se revisen o renegocien algunos casos, la decisión de Estados Unidos conmocionará la gobernanza económica y alterará el equilibrio de poder mundial. Además de provocar distorsiones en los precios y disrupciones en las cadenas de suministro internacionales, erosionará la confianza global y fomentará la inestabilidad.

A pesar de que, en esta fase, no incluye a los servicios, sus implicaciones son transversales y —más allá del sismo en el sistema financiero— provocará un incremento en los costos para las empresas que dependen de bienes importados; afectará la demanda en sectores de logística, transporte, seguros y comercio; y tendrá secuelas en los servicios tecnológicos y de asesoramiento.

Una de las consecuencias más inquietantes es el inicio de una cadena de ajustes de resultado incierto, que incluye represalias comerciales, especialmente de Asia y la Unión Europea, que van a modificar el orden económico global imponiendo una visión basada en la exclusión, la confrontación y la priorización de intereses geopolíticos. Lejos de fortalecer el liberalismo y el comercio justo que EEUU promovió por más de cien años, este nuevo populismo genera profundos efectos colaterales, reconfigurando las relaciones económicas y debilitando a las naciones con menor poder de negociación en regiones como América Latina.

Por su proximidad y tradicional cooperación, la relación comercial entre Latinoamérica y EEUU es intensa y diversa. Según datos de la CEPAL, en 2023 las exportaciones de bienes de esta región hacia el coloso del norte fueron de $us 611.000 millones, aunque hay diferencias significativas entre países. México, por ejemplo, destina al mercado estadounidense un 81% de sus exportaciones, Argentina 20%, Brasil 10%, Colombia 30%, Ecuador 23%, Perú 17% y Bolivia 3%.

Por eso mismo, las medidas van a disminuir la competitividad de nuestros productos en el mercado estadounidense y, al reducirse la demanda, habrá una caída del volumen exportado, contracción de ingresos, desajustes en la balanza comercial y menor disponibilidad de divisas. En algunos casos también se causará una menor producción en los sectores exportadores, especialmente en áreas sensibles como la agroindustria y los alimentos procesados. Esto podría llevar a la subutilización de la capacidad instalada, la pérdida de empleos y una disminución en la actividad económica en los países afectados.

Del mismo modo, puede producirse una caída de la Inversión Extranjera Directa, debido a la incertidumbre, la perspectiva de un menor crecimiento y la reducción de la rentabilidad esperada en sectores orientados a la exportación hacia Estados Unidos. Esto puede tener impactos en las cadenas de valor en proveedoras de insumos o bienes intermedios y generar presiones sobre las monedas locales debido a la disminución de los ingresos y la potencial salida de capitales por el aumento de los costos de importación, propiciando un aumento de la inflación y menores ingresos de dólares.

En todo caso también existen oportunidades en este nuevo escenario. La constatación de que los discursos de desarrollo global armónico y justo se acaban cuando aparecen los intereses económicos, inyectará una dosis de realismo, acabando con la ilusión del sueño americano, y nos hará comprender que en el ámbito de los negocios internacionales no existen certezas inmutables, afinidades ideológicas ni alianzas eternas.

La respuesta de los países sudamericanos debe ser multifacética, combinando negociaciones diplomáticas con estrategias de diversificación de mercados, fortalecimiento de la competitividad interna y promoción de la integración regional. La eficacia en la implementación de estas medidas será crucial para mitigar los efectos adversos y construir economías más resilientes en un entorno comercial global cada vez más volátil.

El aislamiento no debe ser una opción. Al contrario, se requiere una mayor cooperación entre nuestras naciones y la puesta en marcha de políticas eficaces que fomenten la diversificación comercial, atraigan inversión estratégica y fortalezcan los vínculos regionales.

Posiblemente se esté abriendo una oportunidad para construir una integración más sólida y resiliente que abandone los estériles debates ideológicos que caracterizan a los acuerdos como la CAN y el MERCOSUR, y encarar una respuesta coordinada para mitigar los efectos negativos y evitar una escalada proteccionista que perjudique aún más a nuestras economías.

Ronald Nostas Ardaya es industrial y expresidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia.


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