El río Madeira, uno de los afluentes más importantes del Amazonas, se encuentra en su nivel más bajo debido a una sequía extrema. Esta situación está poniendo en riesgo el sustento de las comunidades que dependen de la pesca y la agricultura a lo largo de sus orillas.
Valcir da Costa, un pescador brasileño de 48 años, expresó su frustración: “Nada, nada, nada… los peces se esfumaron y la pesca está parada”. Mientras navega con cuidado en su lancha, intenta evitar encallar en los bancos de arena que se han vuelto cada vez más comunes.
Desde hace 3 meses, las redes que solía usar para pescar dorados y piraibas permanecen guardadas en un pequeño muelle de madera. Antes, podía trabajar hasta julio, pero en los últimos 2 años, la temporada seca ha comenzado en mayo, lo que ha extendido su periodo de desempleo.
Niveles alarmantes de agua
Este martes, el nivel del Madeira era de 70 centímetros en Porto Velho, la capital de Rondonia, un estado que limita con Bolivia. Para esta época del año, el nivel medio histórico debería ser al menos 3 veces mayor.
La situación es tan crítica que los empleados del Servicio Geológico de Brasil tuvieron que añadir una nueva regla de medición en la orilla, que va de 0 centímetros a 1 metro. Si el nivel del agua sigue bajando, se agregarán más marcas para medir las cifras negativas.
“Cada año está peor… Vamos a tener que buscar otra fuente de empleo porque, si no, ¿de qué vamos a vivir?”, se lamenta Da Costa, quien asegura no haber recibido ayuda del Gobierno.
Impacto en la navegación
Además de la pesca, Da Costa solía complementar sus ingresos trasladando trabajadores a las barcazas ilegales que extraen oro del fondo del río. Sin embargo, la Policía Federal ha intensificado sus operativos y ha destruido la mayoría de estas embarcaciones.
Con una longitud de 3,240 kilómetros, de los cuales más de un tercio es navegable, el Madeira es una vía de comunicación crucial para esta remota región. Sin embargo, la sequía ha obligado a las empresas navieras a reducir la carga para evitar que los barcos encallen. Esta semana, las aguas marrones del río fluyen sin apenas el paso de embarcaciones.
Desafíos para las comunidades
Entre la comunidad de São Miguel, que se encuentra a una hora en lancha desde Porto Velho, y el río, hay ahora una franja de 300 metros de arena reseca. Las seis familias que viven allí deben atravesar esta nueva playa para buscar agua potable en la otra orilla. Con temperaturas que alcanzan los 37 grados, el regreso con el bidón lleno puede llevar hasta 2 horas.
Jeane dos Santos, que vive en una casa de madera de 2 pisos, construida para resistir inundaciones, se muestra preocupada. Junto a su esposo levantó la casa en 2014, justo después de que el Madeira alcanzara su máximo histórico de 19.7 metros, arrasando edificios y cultivos.
Problemas en la agricultura
“Acabó con todo. Y ahora es lo contrario, hace meses que no llueve”, explica Jeane, mientras revisa su teléfono con un mono al hombro. Su hermano Aldemir, un agricultor de 41 años, ya está preparando el terreno para plantar maíz, aunque todo depende de las lluvias.
Al igual que en la pesca, los últimos 2 años han marcado un cambio significativo. Aldemir solía plantar el 15 de septiembre, una fecha importante en su calendario. Sin embargo, el año pasado, el cultivo se retrasó hasta diciembre, y la cosecha fue un 30% menor de lo habitual debido a la escasez de precipitaciones durante la temporada de lluvias.
“Este año quizás se retrase incluso más porque todo está muy seco y todavía va a secarse más”, afirma Aldemir dos Santos, mirando las extensas lenguas de arena donde antes había río.
Fuente: EFE
