Ronald Alfaro-Redondo/Latinoamérica21
El domingo 4 de febrero tuvieron lugar las sextas elecciones de autoridades municipales en Costa Rica. Previo al 2002, los comicios municipales se celebraban de manera concurrente con las nacionales, y a partir de 2016 se unificó la designación de todos los cargos y se separaron de las presidenciales y legislativas. Las elecciones libres y limpias se celebraron en un ambiente de normalidad. Los resultados fueron dados a conocer con rapidez y sin cuestionamientos. En total se elegían 6,612 cargos con participación de 71 partidos políticos. Se encontraban habilitados para votar 3.5 millones de votantes.
Como todo evento de esta naturaleza, las elecciones municipales reportan continuidades por un lado y por el otro, cambios y reconfiguraciones. Una de las continuidades más importantes está relacionada con la asistencia a las urnas. Al igual que sucede en otras sociedades que también celebran elecciones locales separadas de las municipales, por lo general, la concurrencia de la ciudadanía a las urnas es menor que la registrada en otras elecciones. Costa Rica no es la excepción en esta materia.
En las cinco elecciones locales entre 2002 y 2020, el promedio de participación electoral fue de tan solo un tercio del padrón. En la elección municipal de 2024, el 32% de las personas empadronadas ejerció el sufragio. Es decir, se prolonga la tendencia de baja asistencia. A pesar de que este valor promedio nacional es bajo, los datos confirman una segunda continuidad importante: persisten y se refuerzan las disparidades territoriales de la participación. A lo largo de las seis elecciones municipales celebradas (2002, 2006, 2010, 2016, 2020 y 2024), la asistencia a las urnas en localidades de menor desarrollo humano y localizadas por lo general en regiones rurales y periféricas ha sido mayor que la registrada en las ciudades urbanas, más desarrolladas y pobladas, ubicadas en el área metropolitana.
Algunos datos pueden ilustrar este patrón geográfico de la participación: en el municipio capitalino de San José, el de mayor presupuesto y el de mayor visibilidad mediática, la concurrencia a las urnas fue de un 23%, la misma cifra que en Heredia (localidad ubicada al norte del país). Además, el municipio con menor afluencia fue Desamparados, en la provincia capitalina: registró un 21% de participación. En cambio, en municipios como Turrubares, el ausentismo fue del 39%, en Nandayure del 41% y en Monteverde del 44%, sobresaliendo como los cantones de menor abstencionismo. En síntesis, la elección municipal 2024 se comportó como las anteriores en términos de la participación de la ciudadanía y en lo que respecta a las disparidades territoriales.
Ahora bien, los reacomodos más relevantes han ocurrido en los apoyos electorales a los partidos políticos. En elecciones previas, los partidos Liberación Nacional (PLN) y Unidad Social Cristiana (PUSC) han dominado los cargos municipales. Por ejemplo, en 2002 estas dos agrupaciones controlaban 75 de las 81 alcaldías municipales (un 93%). Hace cuatro años, en 2020, las alcaldías en manos del PLN y el PUSC eran 58. En esta oportunidad, los partidos mencionados se adueñaron de 49 municipalidades, poco más de la mitad en disputa. En este escenario, la agrupación política que ha perdido más respaldo es el PLN, que en 2024 perdió 15 municipalidades con respecto a 2020 y 30 respecto a 2006, su mejor año. El PUSC, por su parte, aumentó en 5 en comparación con hace cuatro años, pero muy lejos de las 48 que tenía en 2002.
Al debilitamiento de los partidos PUSC y PLN a escala local se le suma el hecho de que los partidos políticos oficialistas a nivel nacional (en control del Poder Ejecutivo), en las últimas tres elecciones (2016 en adelante), comparten una característica que los pone en desventaja en elecciones municipales: carecen de bases de apoyo territoriales. De hecho, luego de que en épocas en las que el PLN y PUSC afrontaban comicios municipales siendo gobierno nacional y obtenían respaldos del 37%, el 46% y el 44%, en las últimas tres elecciones municipales las otras dos agrupaciones que han sido gobierno (PAC y Progreso Social Democrático) solo han llegado al 12%, el 7% y el 5% de respaldo electoral.
La erosión del respaldo a los partidos tradicionalmente dominantes en las elecciones de autoridades municipales ha abierto múltiples espacios para agrupaciones emergentes que aprovechan para disputar y convertirse en agrupaciones competitivas a nivel local. En 2024 esa agrupación fue Unidos Podemos, un partido sin mayor historial y sin arraigo comunal, que pasó de 1 a 9 alcaldías. Además, los partidos cantonales prolongan un proceso gradual de expansión en dos sentidos: uno territorial, abarcando más comunidades y territorios, y otro, electoral, al alcanzar más alcaldías y regidurías en cada elección.
Los últimos cambios de relevancia son de índole jurídico. En las elecciones municipales 2024 se aplicaron dos reformas de gran trascendencia. La primera de ellas consistió en la aplicación de límites a la reelección municipal, la cual produjo una renovación de las autoridades designadas, especialmente en las alcaldías. La segunda se refiere a la aplicación de la paridad de género mediante la alternancia en todas las candidaturas y en todas las circunscripciones en las que compitan los partidos políticos. La aplicación de esta última norma originó que algunas candidaturas que incumplieron con estos requisitos fueran denegadas, incluidas las de dos agrupaciones políticas (Pueblo Soberano y Aquí Costa Rica Manda) que recibieron el apoyo del presidente Rodrigo Chaves, luego de su conflicto y separación del Partido Progreso Social Democrático.
Ronald Alfaro-Redondo es investigador del CIEP, profesor catedrático de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Pittsburgh y Máster en Ciencias Políticas por Columbia University.