La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha dado a conocer que las tormentas de arena y polvo están afectando a más de 330 millones de personas en 150 países. Este fenómeno se está intensificando debido a la actividad humana, lo que trae consigo consecuencias graves para la salud, la economía y el medio ambiente. En 2024, los niveles de polvo en las áreas más afectadas superaron el promedio histórico registrado entre 1981 y 2010.
La OMM ha indicado que la combinación de sequías más frecuentes, una gestión inadecuada de tierras y aguas, junto con la degradación ambiental, son las principales causas de que un fenómeno que antes se consideraba inocuo ahora tenga efectos serios en la salud. Muchas personas en las regiones afectadas están expuestas a niveles de polvo que superan el umbral de seguridad establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Niveles de polvo en aumento
El nuevo boletín sobre el polvo transportado por el viento revela que en 2024 los niveles de polvo superaron significativamente el promedio histórico. Las causas más probables incluyen prácticas agrícolas insostenibles, la sobreexplotación de recursos hídricos y el avance de la desertificación, todo esto en un contexto de crisis climática. Como resultado, grandes áreas fértiles se han convertido en tierras áridas, propensas a liberar enormes cantidades de polvo al medio ambiente.
Impacto global del polvo
Cada año, cerca de 2.000 millones de toneladas de arena y polvo son arrastradas por el viento hacia la atmósfera, un volumen equivalente a 307 Pirámides de Guiza. Más del 80 % de este polvo tiene su origen en los desiertos de África del Norte y Oriente Medio. Estos materiales pueden recorrer miles de kilómetros, cruzando continentes y océanos, amplificando su impacto en regiones vulnerables.
Costos económicos crecientes
En términos económicos, los costos asociados a este fenómeno continúan aumentando debido a los daños en la agricultura, las infraestructuras energéticas y el transporte, así como en la salud pública. En 2024, se registraron tormentas de gran magnitud en Asia Oriental, África Occidental y Oriente Medio. La OMM ha afirmado que el agravamiento de este fenómeno requiere mejorar los sistemas de monitoreo, las previsiones y los mecanismos de alerta temprana.