Columnistas

Nuevos tiempos, más retos para la OEA

Autor: Luis Miguel Santibáñez Suárez/Latinoamérica21

Albert Ramdin ha sido elegido por aclamación como nuevo secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para el período 2025-2030. Su designación, el 10 de marzo de 2025, marca un cambio significativo en la organización, ya que se convierte en el primer representante del Caribe en ocupar este cargo. Su llegada genera expectativas sobre el rumbo que tomará la OEA en un momento en que enfrenta desafíos estructurales profundos, desde crisis democráticas hasta problemas de seguridad y migración masiva.

Nacido en 1958 en Surinam, Ramdin estudió geografía social en la Universidad de Ámsterdam y en la Universidad Libre de Ámsterdam. Su carrera diplomática se ha desarrollado principalmente en organismos multilaterales, donde ha destacado por su enfoque en la diplomacia regional y la construcción de consensos. Su vínculo con la OEA comenzó en 1997, cuando fue designado representante permanente de Surinam ante el organismo. Posteriormente, en 2001, asumió el cargo de asesor político del secretario general, lo que le permitió conocer a fondo el funcionamiento interno de la organización. En 2005 fue elegido secretario general adjunto, una posición que mantuvo hasta 2015. Durante ese período, trabajó estrechamente con José Miguel Insulza, secretario general de la OEA en ese entonces, con quien compartió el liderazgo de la organización en un momento clave para América Latina.

Ramdin regresa ahora a la OEA en una situación mucho más compleja. El clima de polarización ha generado dificultades en la interlocución con países como Venezuela, Nicaragua y El Salvador. La falta de consenso entre sus miembros ha debilitado su capacidad de acción, y muchos gobiernos han cuestionado su papel como mediador en conflictos regionales. Su principal desafío será restaurar la credibilidad de la OEA y demostrar que puede ser un organismo imparcial y efectivo en la promoción de la democracia y los derechos humanos.

Uno de los temas más urgentes que deberá abordar es la crisis migratoria. Más de 7,7 millones de venezolanos han abandonado su país en la última década, convirtiéndose en el mayor desplazamiento forzado en la historia de América Latina. Haití, por su parte, enfrenta un colapso político y humanitario que ha llevado a miles de personas a buscar refugio en otros países del continente. La OEA deberá desempeñar un papel más activo en la coordinación de esfuerzos para garantizar la protección de los migrantes y en la búsqueda de soluciones que ataquen las causas estructurales de estos movimientos masivos de población.

Otro problema clave es la creciente inseguridad en la región, agravada por la expansión del crimen organizado y el narcotráfico. Países como México, Colombia y Ecuador enfrentan niveles de violencia sin precedentes, lo que ha debilitado la estabilidad institucional y generado preocupación sobre el futuro de la seguridad en América Latina. Ramdin tendrá que impulsar una estrategia de cooperación regional que permita combatir la criminalidad de manera más efectiva, sin comprometer los derechos humanos ni erosionar las democracias de los países afectados.

El cambio climático también representa una amenaza urgente para la región, especialmente para los países del Caribe, que sufren con mayor intensidad los efectos de huracanes, sequías e inundaciones. La OEA deberá fomentar políticas de desarrollo sostenible y facilitar el acceso a financiamiento internacional para que los países más vulnerables puedan mitigar los efectos de la crisis climática y adaptarse a los nuevos desafíos medioambientales.

Además de estos desafíos, Ramdin deberá reformar la estructura interna de la OEA para hacerla más eficiente y menos dependiente del financiamiento de Estados Unidos, que sigue siendo su principal contribuyente. La crisis financiera del organismo ha limitado su capacidad operativa, y si bien Washington sigue siendo un actor clave dentro de la OEA, la dependencia excesiva de sus fondos ha generado tensiones con otros países miembros.

En este contexto, la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos para el periodo que recién inicia en 2025 añade un nuevo factor de incertidumbre. De regreso a la Casa Blanca, es probable que la relación entre Estados Unidos y la OEA se redefina, ya que en su primer mandato (2017-2021) mostró un interés limitado en los foros multilaterales, priorizando políticas unilaterales y presionando a organismos internacionales para alinearse con su visión. En el caso de la OEA, su administración utilizó la organización como un instrumento para presionar a Venezuela, Cuba y Nicaragua, enfocándose en aislar a los gobiernos de Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega. En contraste, se mantuvo más tolerante con otros gobiernos de la región, incluso aquellos con tendencias autoritarias, siempre que no desafiaran sus intereses estratégicos.

Si Trump adopta una política exterior más aislacionista y reduce el financiamiento de organismos multilaterales, la OEA podría enfrentar nuevos desafíos financieros, obligando a Ramdin a buscar apoyo en otros países miembros o en organismos internacionales. Además, con un Trump más enfocado en temas migratorios y de seguridad fronteriza, es probable que aumente la presión sobre países latinoamericanos para contener los flujos migratorios hacia Estados Unidos. Esto podría generar diferencias entre Washington y la OEA, especialmente en cuanto a cómo abordar la crisis migratoria desde un enfoque de derechos humanos y desarrollo, en lugar de medidas estrictamente represivas.

En temas como Venezuela, la administración Trump podría endurecer aún más su postura, buscando que la OEA juegue un rol activo en la deslegitimación del régimen de Maduro. Por su parte, Ramdin ha enfatizado en la importancia del diálogo y la diplomacia.

Si bien Ramdin cuenta con una amplia experiencia en diplomacia interamericana, su éxito dependerá de su capacidad para restablecer la unidad dentro de la OEA. Su gestión tendrá que evitar los errores y enfocarse en la búsqueda de soluciones concretas para los problemas más urgentes del continente. Su relación con Insulza sugiere que podría adoptar un enfoque más equilibrado y menos confrontacional en estos tiempos donde el diálogo se vuelve esencial en la relación geopolítica; de ser así, podría facilitar la construcción de consensos en un organismo marcado por la polarización.

El reto es enorme: reposicionar a la OEA como un actor relevante en la región, fortalecer su legitimidad y garantizar que siga siendo un espacio efectivo para el diálogo y la cooperación. América Latina enfrenta una crisis institucional sin precedentes, y la necesidad de instituciones fuertes y funcionales es más urgente que nunca. Albert Ramdin tiene ante sí la monumental tarea de demostrar que la OEA puede recuperar su papel como un organismo clave en la defensa de la democracia, la seguridad y el desarrollo en el continente. Con Trump y un panorama político incierto, su liderazgo será determinante para definir el papel de la OEA en la próxima década.


Hemeroteca digital

abril 2025
L M X J V S D
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930