Ex presidente Solís ¿qué opinas de la política, unos años después de haber dejado la vida política?
Creo que la política ha sido considerada como un oficio, así lo han entendido la mayoría de los políticos a lo largo de los siglos. Sin embargo, hoy en día vemos a personajes, incluyéndome a mí mismo, que ingresan en la política debido a fenómenos que afectan la credibilidad, el deterioro institucional y el abandono de perspectivas ideológicas. Esto ha permitido que una serie de actores sociales incursionen en la política, desafiando lo tradicional.
Creo que la política es un oficio y no culpo a quienes han estado en ella toda su vida y desean seguir, pero es fundamental adaptarse a los tiempos. Así como cualquier profesión, los políticos deben adaptarse a los cambios. Muchos de estos políticos profesionales no quieren hacerlo y prefieren seguir haciendo lo mismo que antes en un mundo que ha cambiado aceleradamente.
En este marco, si un joven quiere dedicarse a la política, ¿qué cualidades debe tener?
Una cuestión fundamental en el mundo cibernético es comprender el espíritu humano. La política no puede estar desconectada de la gente y eso es lo que se vio en los años 90 con los tecnócratas, quienes creían que las recetas se podían sacar de un libro y aplicar en la vida real sin que tuviera consecuencias. Mantener una relación horizontal con la gente es clave. Pero en estos tiempos prevalecen más las soluciones unipersonales y autocráticas, con un reclamo de la población hacia un liderazgo autoritario, algo que pensaba que había quedado atrás.
Sin embargo, sigo convencido de la importancia del diálogo social para construir decisiones en lugar de ratificar las ya tomadas. No creo que la tecnocracia sea la solución definitiva para todos los problemas, pero es esencial que quien dirija un país o un partido político tenga un entendimiento sólido del mundo en el que vivimos. Esto implica conocimientos en historia y economía, y sobre todo, que no sea fácilmente influenciable. Es crucial poseer una gran capacidad de empatía con el contexto, tanto local como internacional.
En tu trayectoria has conocido a varios líderes políticos. ¿Podrías destacar tres personalidades políticas?
En primer lugar, el presidente Lula da Silva, a quien conocí antes de que asumiera la presidencia de Brasil y con quien tuvimos una larga charla sobre política internacional. En segundo lugar, Xi Jinping, con un perfil muy distinto, es un emperador que, como todos los emperadores, sabe lo que está haciendo. No es una casualidad que lidere China. Luego, mencionaría a Barack Obama, a quien charlé en diferentes ocasiones. Además, no siendo un presidente, el Papa Francisco es una figura significativa.
¿Qué problemas te preocupan actualmente en el ámbito mundial?
Permíteme resumir en dos palabras los principales desafíos actuales: la guerra y el cambio climático. La situación internacional se ha visto influida por un resurgimiento de conflictos que, lamentablemente, no anticipábamos en este siglo. Estamos frente a una dimensión bélica que nos afecta a todos, aunque no sea aún a nivel mundial. Esto tiene impactos económicos, humanitarios y sociológicos, como el renacer del militarismo y la carrera armamentista, sustrayendo recursos de naciones pobres y promoviendo una lógica absurda de resolver conflictos mediante la fuerza. El irrespeto al derecho internacional, evidenciado por acciones de países como Rusia en Ucrania, Israel en Gaza y actos terroristas, es preocupante.
La segunda preocupación crucial es el cambio climático. Los resultados de la última cumbre en Dubái (COP28) son decepcionantes y la renuencia a tomar medidas más drásticas ante el empeoramiento del clima podría llevar al exterminio de la humanidad. Estos problemas desencadenan otros como migraciones vinculadas al clima y la violencia, así como brechas entre países desarrollados y no solo en términos económicos, sino también tecnológicos, de compleja gestión.
-Y con respecto al ámbito regional ¿qué aspectos destacarías?
-El lamentable rumbo que ha tomado la democracia. Ha sufrido un grave deterioro prácticamente en todo el hemisferio. En Centroamérica, esta situación se acentúa aún más. Tenemos una dictadura monárquica, incluso hereditaria en Nicaragua. En El Salvador, aunque existe una gran popularidad, tenemos una situación cuasi dictatorial. En Guatemala, estamos presenciando un absoluto colapso del Estado de derecho. Además, países como Honduras también están capturados por poderes fácticos, con graves problemas institucionales. Esto se ha manifestado incluso en Panamá, un país que tradicionalmente ha sido muy estable, principalmente debido al canal. Y en mi propio país, Costa Rica, tenemos un gobierno populista.
Además, nos enfrentamos a un momento en el que hay muy poca o ninguna integración. Los esfuerzos realizados en la CELAC, los intentos de diálogo con otras regiones como Europa o el intento de revitalizar el Mercosur, están enfrentando dificultades que son bastante conocidas. En resumen, la situación en la región es muy complicada.
-¿Y cómo ves la situación política de Costa Rica?
Si se analiza el gobierno de Rodrigo Chávez, que fue elegido después de los dos gobiernos del PAC, continúa con la lógica de desintegración del bipartidismo. Chávez proviene de un partido aún más singular que el PAC, un partido creado específicamente para esa elección. Su victoria en la segunda ronda del ballotage contra un político de un partido tradicional como Liberación Nacional, con un apellido emblemático como Figueres, demuestra que el tema del bipartidismo aún sigue siendo relevante en Costa Rica.
Se ha elegido a un presidente con características populistas. Aunque el populismo en Costa Rica tiene sus límites debido a la fortaleza de las instituciones en el país, por lo tanto, no puede hacer lo que está haciendo Bukele en El Salvador. Aunque estoy convencido de que, si pudiera hacerlo, le encantaría. De momento, su manejo de las redes sociales le han permitido mantener porcentajes de popularidad muy altos.
Por otro lado, la macroeconomía está funcionando bien, especialmente en términos de recursos, principalmente en dólares, gracias a las leyes aprobadas por el segundo gobierno del PAC, de austeridad fiscal y empleo público. Sin embargo, tenemos un estado de derecho muy deteriorado en Costa Rica.
La inmigración es un tema que te interesa a nivel global, pero en este momento Costa Rica se encuentra en una situación muy delicada por ser tierra de tránsito. ¿Cómo está abordando Costa Rica este problema?
Con Chávez, Costa Rica adoptó la lógica de gestión migratoria de Estados Unidos. Hay un acuerdo con EE. UU. para detener la migración tanto como sea posible, eso ha quedado muy claro. La antigua lógica de brindar condiciones adecuadas a los migrantes para proteger sus derechos y limitar el tráfico y la trata de personas en Costa Rica ha sido reemplazada por una política de dejar pasar. Sin embargo, «dejar pasar» implica que otros se hagan cargo, sin proporcionar una política estatal garantista de derechos humanos y condiciones dignas para los migrantes. Sin embargo, tenemos la obligación de garantizar condiciones dignas a los migrantes, y eso es algo que no estamos logrando.
En resumen, Costa Rica forma parte de una lógica que también incluye a Panamá, un acuerdo negociado con el gobierno de EE. UU. para hacer todo lo posible para que esos migrantes no lleguen a su destino.