La siesta, tema de interés para muchos científicos, ha sido objeto de estudio en relación a su impacto en la salud. Aunque aún no se tiene una clara dimensión de su influencia ni hasta qué punto puede modularse en la salud y la enfermedad.
Algunos estudios médicos han arrojado resultados contradictorios sobre los efectos de las siestas.
Por ejemplo, un estudio publicado por la revista Obesity señala que el riesgo de obesidad aumenta un 23% cuando las cabezadas son largas; mientras que las personas que hacen un episodio corto tienen menos riesgo de presión arterial alta.
Expertos consultados coinciden en que una siesta corta, menos de 30 minutos y realizada en el sofá (no en la cama), puede ser reconfortante y mejorar la atención. La recomendación es hacerla al mediodía o a primera hora de la tarde.
Cada etapa de la vida tiene su propio ciclo del sueño: los adolescentes necesitan dormir más horas y las personas mayores tienen un patrón nocturno más fragmentado.
En adultos jóvenes, una siesta corta tiene efectos inmediatos positivos sobre el estado de alerta sin afectar al sueño nocturno; mientras que en personas mayores, siestas largas sí pueden afectar el sueño nocturno.
Una revisión científica también encontró asociaciones entre hábitos como fumar más, retrasar comidas, ejercicio físico y sueño con las siestas largas. Además, dormir en cama se asocia con mayor hipertensión que hacerlo en sofá o sillón.
En resumen, aunque aún no se sabe con certeza cuál es el impacto de las siestas en la salud, se recomienda hacerlas cortas y en horarios específicos para obtener sus beneficios sin afectar el sueño nocturno.
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