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“Solo el pueblo salva al pueblo”: versos para una patria que aún resiste

El analista político, Freddy Bobaryn / Cedido a LA PATRIA

Por: Freddy Bobaryn / Analista político

Hay momentos en que una nación se mira al espejo y no se reconoce. Ve en su reflejo una tierra rota por dentro, tan golpeada que tiene el rostro desfigurado, una patria cansada de promesas, un pueblo que carga siglos de pobreza. Bolivia vive hoy ese instante suspendido en el tiempo, ese cruce de caminos donde el alma colectiva busca respuestas y trascendencia, mientras los que nos “lideran” se pierden en la miseria de quienes se aprovechan de la desorientación, desdicha y desmoralización de un pueblo que entre sollozos y lágrimas no entiende porque es tan desgraciado.

Pero en medio del ruido, entre las grietas del desánimo, hay una frase que se vuelve canto, eco, tambor en el pecho: “Solo el pueblo salva al pueblo.”

Y no es consigna. Es verdad sembrada en la tierra, verdad tallada en la memoria de nuestras luchas, en la memoria de nuestras heridas, de nuestros muertos, el tejido social que necesita reencontrarse en las calles con vecinos, familia, amigos, pero también desconocidos. Claro que sí, nuestros telares comunitarios llegan cargados de memoria viva, en las canas de nuestros abuelos, en la angustia de nuestros padres que se organizan cuando el Estado no llega, cuando los discursos ya no alcanzan. El pueblo es, ha sido y siempre será nuestra última línea de defensa ante los abusos, indiferencia y excesos del poder.

Porque mientras la gente con dinero se atrinchera en sus cálculos sectarios, el pueblo hoy teje redes invisibles de convivencia, conciencia y resistencia. Mientras discuten los viejos caudillos de izquierda-derecha sobre quién tiene el derecho divino a regir, el pueblo alimenta a sus hijos, comparte el pan, inventa soluciones.

Bolivia no necesita más salvadores mesiánicos. Necesitamos prender fuego a nuestros corazones, ese fuego que hace posible la transformación. La unidad viva que nace del dolor compartido, de ese rostro lleno necesidades que te mira a los ojos y te extiende la mano en la calle en busca de ayuda. La unidad nos recuerda que somos parte de algo más grande y que nuestra rabia o nuestros miedos no son aislados, somos parte del otro, y si el otro cae, yo también caigo, todo es cuestión de tiempo.

El país sangra, sangra en su economía, en sus instituciones, en la moral de quienes nos lideran. Pero aún late, y late porque aún hay pueblo, porque aún hay voces valientes que no han sido silenciadas, manos que siguen sembrando, ojos que no han dejado de mirar a los costados, a nuestros hermanos que sufren como nosotros.

LA UNIDAD no es una opción, ES NUESTRA PRIORIDAD, es prioridad volver a reconocernos en el otro, es prioridad volver a hablar sin odio, es prioridad volver a mirarnos como iguales, es prioridad identificar a los verdaderos enemigos, es prioridad recordar que esta tierra nos pertenece, es prioridad volver simplemente a ser pueblo. Porque al final del día, cuando todo arda, seremos nosotros los que vamos a decidir los destinos de nuestra amada patria.

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