Opiniones

El desafío de predecir el comportamiento del votante

Imagen referencial / Pixabay

José Norte Sosa/Latinoamérica21

¿Es posible predecir el comportamiento del votante semanas antes de una elección mediante el análisis de su actividad digital? En el vertiginoso mundo de las redes sociales, donde cada publicación, cada tuit, cada historia de Instagram y cada video de TikTok conforman un vasto mar de datos, la respuesta parece inclinarse hacia el sí.

Un estudio reciente para el que se analizaron más de 500 millones de comentarios públicos en redes sociales a lo largo de dos años sugiere esa conclusión. Esta inmensa recopilación de datos se procesó mediante algoritmos avanzados de Procesamiento del Lenguaje Natural (NLP), una tecnología que permite a las máquinas analizar el lenguaje humano. La investigación exploró la relación entre el perfil psicográfico de los usuarios de redes sociales y sus actitudes hacia diversos aspectos como la economía, la salud, la educación, y, por supuesto, los candidatos a las elecciones y su intención de voto.

Los textos escritos por los usuarios de las redes durante la campaña reflejan sus sentimientos e impresiones, entre los que se identifican seis emociones principales: alegría, tristeza, sorpresa, miedo, ira y asco. Esa clasificación se complementa con un análisis de sentimientos categorizados como positivos, negativos y neutros para poder determinar su proyección política. También se organiza la discusión a partir de un resumen de los grandes conjuntos de datos en temas predominantes en las conversaciones online, ofreciendo una visión clara de lo que preocupaba y ocupaba a los usuarios.

Surge así, por ejemplo, que Javier Milei, el candidato vencedor, generó una fuerte empatía en más del 80% de los usuarios de redes sociales, principalmente a través de emociones como el odio y la ira hacia la situación política y económica del país. En contraste, Sergio Massa, el candidato perdedor, transmitía principalmente miedo hacia el futuro, lo que generaba un nivel de empatía más bajo. Este enfoque revela la capacidad de predecir tendencias electorales a través del social listening y el NLP, así como la fuerza con que las emociones pueden moldar la opinión pública.

A partir de esas tendencias y alineamientos emotivos, el estudio concluyó que Javier Milei tenía una probabilidad significativa de convertirse en presidente de Argentina, con una certeza del 89% según los modelos de análisis. Esta conclusión nos habla tanto del poder del big data y la inteligencia artificial como también del surgimiento de nuevas herramientas para auscultar el futuro político más allá de la tradicional encuesta de opinión pública. El estudio también arroja luz sobre la importancia del lado no racional y puramente afectivo o intuitivo de las elecciones, así como de la identificación psicológica con los candidatos. El outsider Milei generó una atracción casi “religiosa” entre los hombres jóvenes, mientras que las personas mayores preferían la estabilidad y previsibilidad ofrecidas por Massa, un político tradicional y convencional.

Mientras que las encuestas pueden capturar preferencias y opiniones, el análisis de los datos de redes sociales ofrece una ventana a las emociones subyacentes y las pasiones que impulsan esas opiniones. Pero estos avances no vienen sin sus propios desafíos y dilemas éticos. La idea de que las opiniones políticas y las inclinaciones de voto puedan ser predichas con precisión mediante algoritmos plantea preguntas sobre la privacidad y el uso de datos personales. La interpretación de los datos recopilados de las redes sociales debe realizarse con cuidado, considerando no solo el contexto y el significado detrás de las palabras, sino también los sesgos potenciales inherentes a los algoritmos y las muestras de datos. De hecho, la nueva tecnología es utilizada por los partidos políticos y candidatos para afinar sus estrategias de campaña, dirigirse a electores indecisos y entender mejor las preocupaciones y deseos de sus electores, pero también podría ser utilizada para manipular o influir indebidamente en la opinión pública, lo que plantea dilemas éticos que deben ser abordados.

Este avance tecnológico, que nos permite mirar más allá de los números y las respuestas superficiales de las encuestas, nos enfrenta a la realidad multidimensional de la opinión pública. Ahora es posible descifrar no solo lo que las personas dicen, sino también cómo se sienten y por qué podrían sentirse así. Este entendimiento emocional que subyace a las decisiones excede la simple demografía o las afiliaciones políticas. El uso de estas herramientas digitales nos brinda –además– una oportunidad única para observar cómo se desarrollan y cambian las opiniones políticas en tiempo real.

En el pasado, los cambios en la opinión pública a menudo solo se hacían evidentes con las mudanzas objetivas de los resultados electorales o en un plazo aún más largo a través de las variaciones estructurales que desnudaban corrimientos de clase social o surgimiento de nuevos clivajes como fueron los religiosos, étnicos o regionales. Ahora, en cambio, podemos ver cómo un discurso, un evento o incluso un escándalo pueden influir en la percepción pública casi instantáneamente y generar alteraciones drásticas en el cuadro de preferencias de voto.

Todo esto abre interesantes interrogantes sobre el futuro de las campañas políticas. ¿Cómo equilibrarán los candidatos y partidos la recopilación y análisis de datos con la necesidad de mantener un enfoque genuino y auténtico en sus interacciones con los votantes? ¿Cómo impactará esto en la forma en que se formulan las políticas y se abordan las preocupaciones de los ciudadanos?

Mientras nos adentramos en esta nueva era, es esencial recordar que detrás de cada tuit, comentario y publicación hay una persona con sus propias experiencias, creencias y emociones. La capacidad de predecir el comportamiento electoral con semanas de antelación no es solo una cuestión de analizar datos; es una cuestión de comprender a las personas. Y en ese entendimiento radica el verdadero poder de estas herramientas, un poder que, si se utiliza sabiamente, puede mejorar significativamente nuestra comprensión de la democracia y la participación ciudadana en la era digital.

Texto presentado en el congreso SAIMO-CEIM en el panel de estudios de opinión pública co-organizado por WAPOR Latinoamérica

Jose Norte es doctor en ciencias y tecnología por la Universidad Central de Catalunya, máster en Marketing por la Universidad de San Andrés y máster en inteligencia artificial por la Universidad Politécnica de Catalunya. Es Director y Fundador de Reputación Digital, una consultora especializada en «social listening».


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