Carlos Henrique Casemiro no ha podido empezar de mejor modo la temporada 2022-23. Ya en la gira por Estados Unidos se le vio el buen tono y lo refrendó en Helsinki con una actuación colosal en la Supercopa de Europa ante el Eintracht de Frankfurt, un partido en el que se terminó agenciando el trofeo al mejor jugador del duelo por delante de atacantes que brillaron como Vinicius o Benzema.
El brasileño estuvo imperial en defensa, lo cual no es una gran novedad, pero a ello sumó una aportación en un ataque decisivo; dio la asistencia a Alaba para que hiciese el 1-0, con un cabezazo de picardía cuando Trapp salía a cerrarle el espacio disponible de cara al gol, y se permitió varios intentos de remate a puerta, uno de los cuales acabó en el larguero tras un zurdazo desde la frontal. Dominó todos los aspectos defensivos (10 recuperaciones y 6 entradas buenas de 9) y se permitió arriesgar más que de costumbre con balón (11 pases fallados de 64), consciente de su superioridad física para corregir a posteriori.
Hay un cierto componente de sorpresa, sobre todo relativo al momento de la temporada. Casemiro acostumbra a ser como un motor a diésel, le cuesta empezar las campañas y va ganando velocidad según pasan las semanas, para normalmente acabar las temporadas como un tiro. En este caso, ha logrado entonarse al cien por cien desde el principio.
A sus 30 años, Casemiro entra en una temporada que será extraña para todos los jugadores de élite, en Europa y en el Mundo. El Mundial de Qatar, que se jugará entre noviembre y diciembre, distorsiona el calendario y también la preparación física de los equipos. Ancelotti ya dijo que no teme a los meses previos, pero sí a cómo llegarán los jugadores tras la cita mundialista. Casemiro, mientras, prefiere seguir igual: “Mi plan no cambia, ni mi mentalidad. El trabajo sigue igual, yo me cuido igual. Y tengo ilusión por jugar este Mundial”, aseguró.
