El Bayern de Múnich se ha hecho recientemente con los servicios del delantero senegalés Sadio Mané (30 años), que tras haber ganado todo en sus seis temporadas en Liverpool buscaba un nuevo desafío para su carrera, encontrando en el club bávaro, con el que ha firmado por tres temporadas, un proyecto a la altura de su ambición.
Pero si por algo se caracteriza el futbolista es por no dejarse llevar por el éxito, la fama o el dinero como les sucede a otras estrellas del mundo del deporte o del espectáculo, que dedican buena parte de sus fortunas a derrochar sin demasiado sentido. Nada más lejos de la realidad. Mané sabe muy bien de lo que habla.
“¿Por qué iba a querer diez Ferraris, 20 relojes de diamantes o dos aviones? ¿Qué van a hacer estos objetos por mí y por el mundo? Pasé hambre y tuve que trabajar en el campo; sobreviví a tiempos difíciles, jugué al fútbol descalzo, no tuve educación y muchas otras cosas pero hoy, con lo que gano gracias al fútbol, puedo ayudar a mi pueblo”, explicó el delantero al medio ghanés nsemwoha.com en 2019.
Y eso es precisamente lo que ha hecho en los últimos años. Mané nació en Bambali, Sédhiou (Senegal), un pequeño pueblo de 2.000 habitantes situado en el extremo occidental del norte de África y decir que el futbolista creció en la pobreza sería quedarse corto. Su pueblo de pescadores, a orillas del río Casamance, está a más de siete horas de la capital. No hay carreteras asfaltadas. Las vacas y las cabras se pasean entre la gente, y muchas mujeres daban a luz dentro de sus propias casas porque el pueblo no tenía hospital o había quien, como su padre, falleció por no poder recibir una atención médica adecuada. Hasta que Mané lo solucionó construyendo un hospital.
Pero también ha construido una escuela, le da un ordenador portátil a cada alumno, ha financiado una nueva gasolinera, ha levantado una oficina de correos, un estadio, dona material deportivo a todos los niños de la comunidad e incluso ha instalado una red 4G para todo el pueblo. Por no hablar de que da 70 euros al mes a todas las personas de una región muy pobre de Senegal, lo que contribuye a su economía familiar.
“No necesito exhibir coches de lujo, casas de lujo, viajes e incluso aviones. Prefiero que mi gente reciba un poco de lo que la vida me ha dado”, zanja el flamante nuevo delantero del Bayern de Múnich. Una estrella que brilla e ilumina a su gente con su ejemplo y que procura una lluvia de millones de euros que cae donde más falta hace.