Ya son dos meses que Basel Al Muhanna Roncal decidió emprender su viaje a Ucrania para ayudar a las personas afectadas por el conflicto que atraviesa ese país con Rusia; el lugar en el que brinda asistencia es en la frontera con Polonia.
«No tengo amigos, ni familia ni conocidos en Ucrania, pero al ver la situación sentía que necesitaba venir. Así que aquí estoy», dijo el chuquisaqueño quien buscó la forma de ayudar pese a que aseguró que sentía mucho miedo por la situación.
En marzo Basal pidió permiso al hotel en el que trabajaba y viajó a Medyka, frontera entre Polonia y Ucrania, donde decidió enfocar su labor de ayuda humanitaria; con ayuda de una amiga cargaron un auto con ropa y comida para personas que escapaban del conflicto bélico.
Medyka es uno de los puntos fronterizos donde más refugiados ucranianos llegan, varios equipos de voluntarios ayudan en ese sector con alimentos, medicamentos, atención médica y asistencia de toda índole para los que tratan de escapar de la guerra.
Basal nació en el departamento de Chuquisaca, es de ascendencia árabe y pasó la mayor parte de su vida en Bolivia; no obstante, se trasladó a España hace diez años, desde donde decidió viajar a Ucrania con sus propios medios, sin depender de ninguna organización.
El voluntario hace dos meses ayuda a repartir alimentos o materiales de higiene en los campamentos de refugiados; en la frontera su tarea es más fácil que en territorio ucraniano, pues el conflicto dificulta el transporte y la dotación de alimentos.
«Al entrar a Ucrania sí se siente miedo, ya que escuchas las alarmas de bomba y eso, pero al entrar corres ese riesgo», expresó al mismo tiempo que compartió fotografías y videos de autos incendiados y viviendas destrozadas, según informó Unitel.
«Cada vez que entro (a Ucrania) se ve la destrucción que hay, todo lo malo, lo horrible. La gente se quedó sin casa, está todo destruido, se van con su vida en una maleta, no saben qué van a hacer o cuándo va acabar esto», agregó el boliviano.
Basal habla inglés para comunicarse y a veces requiere la ayuda de un traductor; el voluntario recuerda especialmente las conversaciones con personas que se niegan a salir de sus casas.
«La gente no se va por amor a su tierra, a su familia, las mujeres por no dejar solos a sus maridos o hermanos que se fueron a la guerra. Es gente de costumbre muy arraigada a su tierra», comentó.
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