La Iglesia Católica inició la celebración de Semana Santa con el Domingo de Ramos para recordar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, en medio del conflicto que enfrenta el mundo por la guerra en Ucrania y el drama de la pandemia que aún viven muchas familias.
De esa manera, el arzobispo de Santa Cruz, monseñor Sergio Gualberti, presidió la misa instalada en el atrio de la Catedral ante una gran cantidad de fieles que se dieron cita a la Plaza 24 de Septiembre, donde los católicos recordaron el ingreso de Jesús a Jerusalén.
Durante la eucaristía rememoraron el relato de la pasión y las últimas horas de Jesús en la vida terrenal. Asimismo, se recordó que Jesús fue proclamado rey, pero no con el poder de riqueza de los grandes, sino con el poder salvador del amor que vence al mal.
“El entra a Jerusalén como rey justo, humilde y pacífico, que no opone resistencia a los que lo ultrajan. Las autoridades religiosas y políticas no participan de la fiesta del pueblo porque no reconocen en Jesús al Mesías enviado y está al lado de los pobres que lo alaban y lo siguen”, señaló Gualberti, según reporte de la red Erbol.
La autoridad religiosa afirmó también que, Jesús fue un peligro para las autoridades políticas y religiosas porque denunció en público los abusos y atropellos en contra de los pobres y su instrumentalización de la religión y del culto del templo para enriquecerse y para mantenerse en el poder.
Gualberti indicó que todos los pasajes de la biblia nos permiten ver cuán lejos estamos del crucificado, cuánto de autosuficiencia y soberbia, desobediencias y pecados que contradicen nuestra vida cristiana. A pesar de ello, existe el amor de Jesús que siempre está dispuesto a perdonar y a establecer una relación personal y de amigo con dada uno de nosotros, dando así cumplimiento al plan de salvación del padre, manifestó.
El Monseñor invitó a los católicos a reconocer sus culpas, errores, pedir perdón y cargar la cruz junto a él. Dijo que los brazos abiertos de Jesús perdonan y dan la fuerza para liberar de todo sentimiento de odio, rencor y venganza y así libres del mal, perdonar también las ofensas recibidas.
Manifestó además que, Jesús da fuerzas para abrir nuestros brazos a los pobres, a los abandonados, a los marginados, a los que se alejaron de la fe y la comunidad eclesial y nos amina a dar testimonio vivo del evangelio, del amor y la fraternidad y de la paz de nuestra sociedad marcada por las divisiones, los miramientos y los conflictos.
Finalmente, la Iglesia pidió elevar la oración a Dios con humildad y confianza para que acompañe y conceda la fortaleza necesaria para hacer de nuestra vida, testigos fieles de su hijo crucificado.
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