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La Navidad para los cristianos en Siria es triste

La Navidad en Siria no tiene gente para celebrarla / EFE
Iglesias saqueadas, reliquias robadas, fieles en el exilio... La ciudad de Al Qaryatayn ya no es más que una sombra de que lo era antes de los ataques de la organización yihadista Estado Islámico (EI), cuando musulmanes y cristianos celebraban la Navidad juntos.

Iglesias saqueadas, reliquias robadas, fieles en el exilio… La ciudad de Al Qaryatayn ya no es más que una sombra de que lo era antes de los ataques de la organización yihadista Estado Islámico (EI), cuando musulmanes y cristianos celebraban la Navidad juntos.

«Con las piedras no basta, hace falta gente para celebrar la Navidad», se lamenta Matanios Dalloul, 62 años, uno de los 20 cristianos que aún quedan en esta ciudad del centro de Siria.

Con su mirada serena, observa con dificultad las ruinas de la iglesia a la que solía acudir, y se pasea junto a otra de la que ya no hay más que un montón de piedras.  

«Piedras… por todas partes, pero son las personas las que crean la alegría de esta celebración, y si la gente no vuelve, no habrá celebración», insiste. 

Al Qaryatayn simbolizaba la coexistencia entre cristianos y musulmanes hasta que cayó en manos del EI en 2015.

De los 900 cristianos que había entonces apenas quedan una veintena. Cuando el EI entró en la ciudad, los yihadistas secuestraron a 270 cristianos e incendiaron y destruyeron varias iglesias, como el monasterio de Mar Elian, que data del siglo V.

Cuando se acerca a la puerta calcinada de este templo, Dalloul reza a Dios «por la larga vida» de los últimos cristianos de la ciudad, la mayoría muy mayores.  

Han pasado seis años desde que el ejército sirio reconquistó la ciudad con el apoyo de las fuerzas rusas, pero los cristianos que huyeron en 2015 aún no regresaron, y los que se quedaron no tienen ni iglesia ni un cura para celebrar la Navidad este año.

«Ya no me queda nadie»

Dalloul no es el único que está triste estos días de celebración. Basam Debas pasará las Navidades solo, ya que no tiene ya a ni un solo pariente en Siria. Pasará los días trabajando en la confección de melaza de uvas secas en su pequeño taller. 

«Ya no me queda nadie, ni mi padre, ni mi madre, ni hermanos o hermanas, o una mujer… Navidad se ha convertido en un día como otro cualquiera para mí», explica entre sollozos.

Debas regresó a Al Qaryatayn este año para hacerse cargo de la pequeña producción familiar de melaza de uvas.  

Una labor que resulta más difícil por los cortes continuos de corriente, que hacen que no pueda calentar agua o preparar los ingredientes. Aún con todo, mantiene un nivel mínimo de producción.

En el exterior, la calle está vacía. Los agujeros de bala en las paredes recuerdan la dominación del EI de la ciudad. Y muchas casas están abandonadas.

«El EI se fue, pero la tristeza permanece», se lamenta.

Sin adornos de Navidad

En casa de Samira Khury no hay adornos de Navidad, solo una vela encendida junto a un retrato de Jesús y de la Virgen María.  

Esta mujer de 68 años, y sus tres hermanas, formaron parte del grupo de cristianos secuestrado por el EI en 2015.

Sin parientes ni vecinos con los que celebrar las fiestas, Khury afirma que «la alegría tiene un sabor diferente y las vacaciones ya no son tales», a cómo eran antes.

Junto a un pequeño fuego, Phillipe Azar, afirma que vive estas fiestas con tristeza. 

«Mi familia se fue y mis amigos murieron», declaró este hombre de 49 años que vive solo en una casa con diez piezas. 

Azar, que desde que empezó la guerra no volvió a poner adorno de Navidad, ha decidido pasar las fiestas de este año junto a su calefactor.

«El árbol de Navidad está embalado y en una caja desde 2011», dice. «¿Para qué instalarlo? ¿Debería festejar sin mis hermanos y hermanas, sin mis vecinos y amigos?»

/AFP/


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